¡¡Hola chicas y chicos!!
Aquí os dejo un nuevo capítulo de "Un Beso de Sirena".
Siento haber tardado pero este capítulo era un poco más largo.
Como siempre, siento los posibles errores de traducción.
¡¡Espero que os guste!!
Siete
El destello verde del poder adicional que le había dado al golpe estalló con una serie de chispas.
Jonah se desplomó encima de ella, frío y sin sentido.
– ¡Mina! – chilló Anna, lanzándose hacia adelante. - ¿Qué estás…
– Intentado sacar a ambos de aquí. – Dando una patada a las rocas para apartarlas de su camino, Mina sacó un frasco del escondite en su capa. – O se quedará aquí y les dejará matarlo. Tenías razón, tú y tu condenada intuición. – Mina descorchó la poción. – Levántale la cabeza. No quiero que se ahogue.
Cuando Anna vaciló, el tono de voz de la bruja del mar se volvió afilado, impaciente. – Anna, no tenemos mucho tiempo. Te dije que
Los Oscuros todavía lo están buscando. Pues bien, están buscándolo. Me refiero a ahora. Si no estuviera tan encaprichado contigo, probablemente los habría sentido poco después que yo, en el momento en que llegamos aquí.
– ¿Por qué no habías dicho…
– Porqué estaba evaluando la situación.
Anna miró fijamente a la bruja. – No los habremos guiado hasta aquí, ¿verdad?
– Quieres decir, ¿si los he guiado hasta aquí? – Ese ojo carmesí brilló, – Bueno, si consiguen capturarlo, puedes suponer que lo hice. Si lo ayudo a escapar, entonces tendrás una respuesta diferente. Pero si no mueves la aleta de tu culo y le levantas la cabeza, nunca sabrás la verdad, porque ellos nos atraparán a todos
.
Murmurando, Anna se inclinó y deslizó su mano debajo del cuello de Jonah, – Estará tan enfadado…
– Y vivo. – Mina echó la sustancia por su garganta, masajeándola hasta que empezó a tragar involuntariamente. – Pero tienes razón. Me alegro de no estar cerca cuando despierte. – Dijo ignorando la mirada estrechando los ojos que le lanzo Anna. – Vamos. Tenemos que empezar a llevarlo lo bastante cerca de la superficie para que la presión no lo mate cuando cambie físicamente a humano.
– ¿Qué? ¿Qué estás…?
– La poción que acabo de darle lo hará humano. Ni los de su especie ni
Los Oscuros serán capaces de percibirlo. – Gruñó Mina, agarrando a Jonah por debajo de los brazos, pisándole un ala sin darse cuenta, y empezó a arrastrarlo hacia el agua.
Anna se vio obligada a ayudar, ignorando las preguntas que daban vueltas por su mente.
– ¿Y qué eran esas tonterías sobre hacer la
Unión Mágica todos los días?
– En realidad, no estás en contra de eso. – Mina la miró arqueando ambas cejas mientras subían y bajaban juntas. – Le ayudará. Probablemente, cogerá una rabieta por esto, así que tendrás que convencerlo. Baila para él, canta para él, tócale para levantar su deseo.
– Yo no… – Anna nunca antes se había ruborizado tanto delante de Mina, y eso sólo hacía aumentar su irritación. – No sé cómo actuar de esa manera.
– Cuando es por él, sí. Está en tu mirada. Cada vez que te Unas con él, la magia aparecerá y puedes canalizarla. Sabes lo bastante para hacerlo bien aunque él no quiera. Aunque sería mejor si él participara, yo no contaría con su cooperación o su participación. Si lo aprecias, tendrás que seducirlo o engañarlo para conseguirlo.
Habían
llegado a la orilla del agua. – Tenías razón, – dijo Mina jadeando. – Es una
gran tonelada de músculo. Ahora, préstame atención. Por el día, será humano.
Por la noche, volverá a ser un ángel. La poción durará más o menos una semana,
lo suficiente para llevarlo tierra adentro.
Soltando
a Jonah sin ninguna consideración, la bruja agarró el brazo de Anna para
colocarle una mano en la frente. Mina nunca la tocaba, así que Anna se quedó
demasiado asustada como para reaccionar en ese instante. El calor se enfocó a
través de la palma de Mina, y de repente Anna estaba mezclando una serie de
imágenes que entraban en la parte delantera de su mente como un montón de
mármoles esparcidos desordenadamente por ahí.
–
Mina…
–
Se instalará en un momento. Es un mapa mental. Es necesario que él vaya a
Desert Crossroads en Nevada. Es un lugar, no una ciudad, y no aparece en ningún
mapa humano. Hay un hombre allí, viviendo en una zona mágica llamada Red Rock
Schism. Él puede ayudarte a curar la profunda herida de tu ángel, si tu ángel
no lo hace por sí mismo.
–
Mina. – Se plantó, agarrando a Jonah cuando Mina empezó a meterlo rodando al
agua. – Para. Mírame.
La
bruja frunció el ceño. – No tenemos tiempo…
–Dime,
en el nombre de Neptuno, qué pasa, ¡maldita sea! – le ordenó Anna casi
gritando. – O… te estrangularé.
Mina
se echó hacia atrás, con el miedo brillando en sus ojos. En otro momento, eso
habría hecho reír a Anna, pero hoy no. Lo había dicho en serio, con toda la
actitud lúgubre de una amenaza de muerte.
–
Muy bien. Sólo recuerda, cuando Los Oscuros nos capturen, que fue porque
quisiste perder el tiempo charlando. Cuando el primer Oscuro invadió as aguas, consulté mi espejo mágico para averiguar
qué estaba pasando. Habían aislado a tu ángel durante una batalla, y su ala
estaba siendo cortada con un propósito. No simplemente porque fuera un ángel.
Sino porque es Jonah.
–
Eso ya lo sé. Me dijo su nombre.
Mina
rodó los ojos. – Cállate y escucha. Jonah es el nombre del Comandante de la
Primera Legión. Él dirige a los ángeles en su lucha contra Los Oscuros. Los únicos
ángeles más importantes que él son los ángeles Originales, y no tengo tiempo de explicarte quienes son esos.
–
Él me dijo…
–
¡Calla, por el amor de Neptuno! ¿Conoces ese lugar? ¿Esa Nevada?
–
Es un estado. Tierra adentro. – Que Anna supiera, Mina nunca había salido del
mar, a pesar de su capacidad de cambiar de forma. Esa era una de las muchas
cosas que la bruja nunca le había querido explicar.
–
Ese hombre… se parece un poco a mí, – continuó Mina. – Algo a lo que llaman un
chamán. Como un mago. Si el ángel no puede encontrar una forma de volver por sí
mismo, creo que él puede ayudar.
Ante
la mirada de Anna, Mina se encogió de hombros.
– Lo se. Tampoco tiene ningún sentido para mi, ¿por qué pedir ayuda a un
mago humano de tierra en vez de a los de su propia especie? Pero como dije,
quizás lo que necesita no se encuentre entre los ángeles. Ahora, vamos.
–
Sé que hay más de lo que me estás diciendo. No soy…
–
Es lo que necesitas saber por ahora. Lo digo en serio, Anna. Se nos ha acabado
el tiempo. – Apoyándose sobre el cuerpo de Jonah, Mina agarró el brazo de Anna,
asustándola con el apretón de su mano, el mordisco de sus uñas como garras
afiladas. – Este ángel, probablemente tiene el poder de reducir el mundo a
cenizas con apenas un pensamiento. Recuerda lo que dije. Si Los Oscuros lo atrapan con vida, le
quitarán el corazón, para poder esclavizarlo. ¿Quieres eso?
–
No. Pero no estás preocupada por eso. Nunca te has preocupado por lo que pueda
pasarle a los demás.
Anna
sabía que Mina no estaba mintiendo sobre que se les había acabado el tiempo. La
urgencia que se desprendía de ella era
palpable. Pero la respuesta que siempre había querido obtener de la bruja
estaba detrás de esto… estaba segura de ello. – Excepto por mí, – la presionó.
– Estás haciendo esto porque estoy vinculada con él de alguna manera en esta
visión, ¿no?
Mina
empezó a empujar al inconsciente ángel otra vez. – Puedo verlo en la forma en
que lo miras. Vas a hacer esa cosa estúpida que haces, arriesgarlo todo por una
de tus ridículas obligaciones. Estoy obligada a protegerte, ¿no? Compartimos
maldición y todo. – Mina descorrió los labios enseñando los dientes en un
gruñido salvaje poco amistoso.
–
Estas obligada a no hacerme daño, – insistió Anna. – Eso es diferente.
–
Si no te protejo cuando sé que estás en peligro, es la misma cosa. Ahora, deja
de discutir y entra en el agua antes de que te convierta en una esponja.
–
Nevada es un estado desértico, – dijo Anna. – Lejos de la costa.
–
Bueno, menos mal que puedes convertirte en ser humano, ¿no? Ahora vamos,
deprisa, hay otras reglas. Debes viajar solo por el Fate. No puedes alquilar un coche, o como sea que se llame el
método de viajar de los seres humanos. Alguien tiene que recogerte.
–
¿O si no qué?
Mina
le lanzó una mirada que podría haber arponeado a un pez. – Por lo general, la
magia no tiene la paciencia para explicarse, Anna. Pero ignórala bajo tu
responsabilidad. Confía en mí.
Por
fin Anna se unió a Jonah en el agua, sujetándolo mientras la bruja del mar se
preparaba para volver a cambiar a los tentáculos y las branquias. – Supongo
que, en el fondo, tiene un sentido práctico, – consideró sin convicción. – Si quiero
mantenerlo a salvo hasta que se recupere, es necesario que vaya donde ellos
nunca lo buscarían. ¿Por qué esperarían que estuviera en tierra, de camino a
Nevada? Suena ridículo para mí, así que imagínate para ellos.
Mina
asintió. – Ni los ángeles ni Los Oscuros
sabrán dónde buscarlo. Pero todos sabemos que entró en el mar. Nada está más
lejos del mar que el desierto. Aun así, viaja sólo de día, cuando él sea
humano. Incluso eso será un riesgo, porque su firma de poder es fuerte. Los Oscuros seguirán esa firma. No serán
capaces de fijarse en él durante el día, pero si están en los alrededores
cuando caiga la noche, podrían ser capaces de encontrarlo. Así que permaneced
escondidos durante la noche. No viajéis.
–
Ahora, atiéndeme en esto también. Dos días. – Dijo mirando severamente a Anna.
– Debes volver hacia el océano después
de dos días. No me importa si has llegado hasta allí o no. ¿Me lo prometes?
–
¿Te preocupas por mi después de todo? – le preguntó bruscamente Anna.
Extendiendo el brazo, cogió la capa de
la bruja, teniendo cuidado de no tocar su piel, ya que sabía que Mina lo
odiaba. – Dime la verdad, por si no volvemos a vernos. ¿Sólo nos une la
maldición?
–
Anna, para. No tenemos tiempo para eso.
–
Si, – dijo Anna con firmeza, mirándola. – Lo tenemos. Llevo veinte años
esperando esta respuesta. Sabes que podríamos no volver a vernos nunca más.
Dime, sólo por esta vez. ¿Qué hay en realidad entre nosotras?
Mina
se echó hacia atrás, y por un momento Anna le vio ambos ojos. Uno rojo,
emanando el peligro malévolo de la parte Oscura
de Mina. El otro de un azul zafiro, igualmente inquietante por su intensidad,
le recordaba a Anna que la madre de Mina había sido una de las más temibles Brujas
del Mar en el océano.
–
Mientras sigas empañada en ayudarlo, eres un blanco. No me importa si un ángel
vive o muere. Pero solo hay una como tú.
Anna
la miró. – Esas fueron casi las primeras palabras que él me dijo. Hay muchos
ángeles. Sólo hay una como tú.
–
Quizás no es tan idiota, después de todo. Mantente a salvo, Anna. Eres
importante.
¿Importante
para Mina? ¿O para la visión?
Sin
embargo, antes de que pudiera hacer otra pregunta, Mina la empujó dentro del
agua y le hizo cargar con Jonah toda la entrada, encima de ella. Anna se
retorció bajo el peso de su cuerpo, chapoteando y maldiciendo, antes de
conseguir volver a cambiar a sirena y poder usar el equilibrio que le otorgaba
su cola como apoyo para sujetar en parte al ángel inconsciente. Para entonces
Mina ya estaba en el agua con ella.
La
bruja del mar miró como Anna colocaba sus brazos alrededor del ángel hasta
sostenerlo firmemente, como si creyera que su mundo se fuera a acabar si lo
soltaba. Se dijo a si misma que no importaba que no le hubiera contado todo a
Anna. La sirena tenía un irritantemente exagerado sentido de la responsabilidad
en su naturaleza. Y Anna tenía razón… su tiempo se estaba agotando. Mina
debería estar agradecida de que la sirena ya no sería su responsabilidad.
En
cambio, uno de los fragmentos de la visión volvió a ella, perturbando a la
bruja del mar más de lo que estaba dispuesta a admitir.
“Ella es la única que puede salvarlo.”
***
Como Mina
predijo, habían perdido demasiado tiempo hablando. Todavía no habían llegado a
la superficie cuando empezó la transformación física.
Anna se
vio obligada a parar, con el brazo enganchado alrededor del torso de Jonah
cuando se retorció, sufriendo convulsiones causadas por los efectos de la
poción. Mientras Mina sujetaba sus piernas, las alas comenzaron a disolverse
lentamente en montones de plumas que eran arrastradas por la corriente.
Como una
repentina explosión, una inconsolable desolación detonó a través de Anna. Este plan no funcionaría. Iba a fallar. Iba
a fallar a Jonah, y él moriría.
Su mirada
se movió rápidamente hacia Mina, asustada. Los ojos de su amiga se habían
vuelto salvajes, la boca tensa. Hizo un gesto hacia arriba. – Ignóralo. Sigue
adelante. Los alejaré. Dos días en tierra, Anna. No lo olvides.
– Pero,
¿Y si no quiere continuar sin mi?
– Ese es
su Fate. No puedes decidir por él,
¿verdad? Ahora, prométemelo… – La desesperación se acercaba, golpeando en la
espalda de Anna como si fuera el golpe de una fuerte estela. Sólo el feroz
agarre que tenía sobre el cuerpo de Jonah lo mantuvo con ella.
Mina le
dio una mirada abrasadora, se hizo con un puñado de plumas brillantes, y se
echó hacia atrás. Se volvió a hundir atravesando el agua como una flecha,
alejándose de Anna. Hacia el origen de esos sentimientos oscuros y sin
esperanzas.
– ¡Mina,
no! – Anna soltó su carga y comenzó a hundirse.
No. No lo conseguirían, no de esta manera. No
los dejaría obligarla a rendirse. Apretando los dientes cogió a Jonah
por debajo de los brazos y empezó mover
la aleta de arriba abajo impulsándose hacia arriba lo más rápido y fuerte que
pudo. Sin las alas era, de hecho, más fácil.
Diez
movimientos más tarde, se le subió el corazón a la garganta cuando se dio
cuenta de que ahora era humano. Frenética, se paró, se colocó sobre él y cerró
sus labios sobre los de él, respirando. Dándole el aire de sus pulmones. Luego
se volvió a impulsar hacia arriba. Quince aleteos, respiraba por él, cayendo
cinco.
Y cada
vez, a pesar de las circunstancias, no podía evitar sentir deseo al tocar sus
labios. Tenía que concentrarse para asegurarse de que le introducía aire en vez
de mordisquearle los labios, probándolo. Cuando llegó a la superficie, estaba
jadeando y con la visión borrosa. Su forma de sirena le permitía intercambiar
entre branquias o pulmones a la hora de respirar, pero tenía que usar los
pulmones si quería ayudarlo a respirar.
Ahora
tomaba oxígeno con ansias, flotando un momento y sujetándolo a su lado antes de
hacerlo rodar de espaldas y empezar a navegar hacia la lejana orilla. Estaban a
un par de kilómetros, pero ella conocía esa costa, había nadado hacia ella con
anterioridad. Acunando su mandíbula, lo sostenía de la garganta mientras se
movía, manteniendo su boca y nariz fuera del agua. Su cabello le acariciaba el
brazo, y deseó que no se despertara antes de que alcanzaran la tierra. No
quería que se diera cuenta de que su forma había cambiado y se sintiera
traicionado mientras todavía estaban en el agua. Tal vez estuviera lo bastante
enfadado como para ahogarse. O ahogarla a ella.
La
sensación de Los Oscuros se
desvaneció, dándole a entender que Mina había tenido éxito confundiéndolos.
Tragó sobre un dolor punzante en su garganta. Por favor, que esté bien. Incluso mientras rezaba por eso, sabía
que su vínculo con la bruja del mar era patético. Su única relación duradera era
con alguien que despreciaba tener que verla la mayoría de las veces.
Continuó
nadando, extremadamente concentrada en llegar a su destino. Aunque Mina había
dicho que mientras fuera un humano no sería percibido como un ángel, Anna no
quería que nadie investigara por qué una sirena estaba rescatando a un naufrago
inconsciente en un lugar tan lejano como éste cuando no habían barcos volcados
en la zona. Nadó tan rápido como pudo, impulsándose, agarrándolo y rezando por
Mina.
***
Jonah recobró
la consciencia lentamente, sintiéndose como si estuviera nadando por la arena.
Sintiéndose pesado, pero curiosamente también liviano. Desorientado. Con
náuseas. ¿Náuseas?
Aunque
estaba tumbado de espaldas, se las arregló para girarse de lado antes de
empezar a vomitar, una primera experiencia completamente asombrosa y
desagradable que le hizo sentir como si sus entrañas estuvieran siendo
exprimidas por un puño grande y fuerte. Afortunadamente, estaba a la orilla de
las olas. Se convulsionó, luchando contra ello con todas sus fuerzas, pero su
cuerpo se negaba a obedecerlo.
Cuando
acabó, se enjuagó la boca con agua del mar y se tumbó de espaldas, pasándose
las manos por los ojos. El sol. Estaba en la superficie. Pero algo iba mal.
Todo parecía silencioso, como si sus sentidos excelentemente afinados hubieran
sido tapados con algodón. Mientras forcejeaba intentando volver a una posición
sentada, se encontró con que todavía no tenía equilibrio. Extendió las alas
para estabilizarse y…
No tenía
alas. Sin alas. Buscó palpando su espalda, se retorció, giró y descubrió que no
sólo le habían desaparecido las alas, sino que además llevaba puestas prendas
humanas. Una camiseta negra de algodón y unos vaqueros, ambos demasiado ceñidos
sobre la musculatura de sus hombros y piernas.
Entonces notó
que estaba siendo observado.
Estaba
sentada cerca, su espalda apoyada en una gran pieza de madera, sus manos cerradas
con fuerza en un nervioso baile sobre sus rodillas. Vagamente cayó en la cuenta
de que también iba vestida. Un ligero top de seda extendido sobre sus pechos,
contorneando las encantadoras puntas de sus pezones. Con delgados tirantes
sobre sus hombros. Una falda hecha de una tela similar le rozaba los tobillos
al estar sentada con las rodillas dobladas en alto, el dobladillo ondeando
sobre sus pies desnudos. Su cabello castaño dorado estaba atado detrás pero,
como era tan largo, las puntas rizadas le caían hacia delante, acariciando sus
muñecas, enredándose en ellas como esposas, manteniéndola en esa posición como
si fuera una prisionera esperando su castigo.
– Toda va
bien, – dijo ella tranquilamente, mientras él se levantaba sobre una rodilla y
la miraba fijamente.
– Es un
poco desconcertante al principio. Cuando cambio de piernas a una cola y vuelvo
otra vez. Pero te adaptarás con el tiempo. Y no tendrás que usarlo durante
mucho…
En dos
pasos se colocó encima de ella, agarrándola de los hombros, aunque tropezó y
cayó otra vez sobre una rodilla, mareado. Ella lo cogió, y ambos acabaron
cayendo juntos, ella quedó encima cuando él golpeó la arena. Maldiciendo, rodó
hacia un lado, colocándola bajo él, sujetándola con manos duras.
– ¿Qué
demonios le has dejado hacerme?
– Ella
intentaba salvarte la vida. Los Oscuros…
– Ella es
un Engendro Oscuro. ¡Maldita sea!,
nunca debí confiar en ella. O en ti, una niña lo bastante estúpida para creer
que un Oscuro puede ser su amiga. Yo…
– Puede
que haya muerto por ti, mi lord. – Anna empujó fuerte contra él, pero, claro,
él ni se movió. – Por mí. Porque yo la metí en esto. Ella hizo que Los Oscuros la siguieran alejándolos de
nosotros.
– Puede
que sea eso lo que ella quiere que pienses. – Ahora mismo, él no tenía paciencia
para sus sentimientos. Con repugnancia, él la liberó y esta vez consiguió
ponerse de pie, aunque tuvo que luchar contra el deseo de volver a tumbarse.
Como
tenía la voz ronca, se aclaró la garganta dos veces antes de soltar.
– ¿Qué me
hizo?
– Eres
humano. – Ella se encogió ante su expresión. – Es solo temporalmente. Al
anochecer, volverás a tener tu verdadera forma. Hasta... – Se mordió el labio
inferior y desvió la mirada. Volverá al anochecer.
Él
estrechó los ojos. Dios, sentía su cabeza como si se la estuvieran golpeando
con un mazo.
– ¿Hasta
qué?
Cuando no
le contestó, se abalanzó sobre ella y la agarró de los brazos, arreglándoselas
esta vez para no perder el equilibrio. Si la pequeña idiota tuviera un poco de
sentido común, correría. Quería partirle el cuello a la bruja del mar, pero en
este momento nadie podría hacerlo. En cambio, su pequeña sirena lo miraba como
una verdadera prisionera, con los ojos llorosos y las manos todavía cerradas en
puños.
Agarrándola
de ambas muñecas, él se balanceó alarmantemente. Ella afianzó sus pies,
flexionando los dedos como si quisiera ayudarle a estabilizarse. – Al Hades con eso. Contéstame Anna.
– Hasta
el amanecer, mi lord. – Dijo ella por fin, mirando más allá de sus hombros. –
Eres humano durante el día y ángel por la noche. Mina dijo que los efectos de
la poción se pasarían en más o menos una semana, así nos dará tiempo a llegar
tierra adentro y confundir a Los Oscuros
sobre tu paradero. Para cuando haya desaparecido, estaremos donde ellos no
esperan que estés.
– ¿Así
que vamos a ser nómadas, tu y yo? – Mientras la sacudía, intentó no preocuparse
cuando ella volvió a encogerse, esta vez por el brutal apretón de sus manos.
Sus antebrazos parecían delgadas ramas. Ella era tan frágil. Incluso es esta
forma, podía dominarla fácilmente. Y aun así, ella se había atrevido a
engañarlo con esa… abominación.
– ¿Habías
tramado este plan con ella?
– No, mi
lord. – Su mandíbula adquirió una posición desafiante. – No conocía el plan de
Mina, pero sí, la ayudé cuando me dijo que Los
Oscuros estarían allí en cualquier momento.
Jonah
bufó. – ¿Debo creer que a ninguna de las dos se os ocurrió avisarme del plan
antes de que ella lo ejecutara?
Anna
negó con la cabeza. – Ella no creía que aceptarías. Ellos se estaban acercando.
– Repitió ella. Estaba siendo obtuso o era ella… ¿no lo entendía? Sus palabras
salían de forma entrecortada, midiéndolas.
Jonah
relajó su agarre. – Habría sido más prudente por parte de las dos el haberme
dejado. Así podría negociar con ellos y tú habrías estado a salvo. Has sido una
completa necia.
– Te
habrían asesinado. – Su mirada se disparó hacia su rostro y él vio un
sorprendente destello e fuego en ella. – No lo permitiré. No mientras viva. No
mientras se supone que estoy cuidando de ti.
– Anna…
– ¡No lo
permitiré!
Su
grito resonó por toda la playa, dejándolo en silencio. Ella se mantuvo allí,
estremeciéndose por la furia, sus manos cerradas en puños se apretaban y
relajaban, a pesar del hecho de que él se erguía amenazadoramente sobre ella
como una montaña.
– ¿No lo
permitirás, pequeña? ¿A quién piensas que le estás hablando?
Por el Hades, ella dio otro paso hacia
adelante, inclinando la cabeza hasta casi colocarse nariz contra nariz con él.
– Querías morir. Quieres que ellos te maten. ¿Crees que no lo veo? ¿Qué Mina y
yo no nos daríamos cuenta? Bueno, pues lo siento, mi lord, pero has tenido la
desgracia de caer en las garras de las dos personas en todo el océano que saben
lo que es sentirse de esa manera.
Su rabia
luchaba con su asombro. Ella se estaba colocando por completo en el punto de
mira de su ira, y no reculaba ni un poco. Tenía capitanes lo bastante listos
como para mantenerse alejados de su alcance cuando estaba de un humor ni la
mitad de feroz que este. Nadie de su propia Legión
se había atrevido a nada más que a disentir respetuosamente con él desde que
podía recordar.
Por el
cambio en sus ojos, pudo entender que ella sabía que se encontraba sobre arenas
movedizas. Y aun así, la pequeña idiota no hacía nada.
***
Anna no podía aguantarlo más. Había permanecido allí sentada,
viéndolo vomitar y luchar contra su horror y desorientación cuando se dio
cuenta de que sus alas habían desaparecido, una parte intrínseca de quién era.
Sabía que ella era la culpable del estado en el que se encontraba. Incluso
herido, como un ángel, había mantenido completamente el mando. Con esa
perfección. Era un ángel, el Comandante
de la Primera Legión, y ella lo
había reducido a esto.
Desde
el principio sabía que no estaba, de ninguna manera, preparada para tratar con
esta situación. Pero eso no parecía evitar que hiciera lo que no debería. Ahora
se encontraba con todo el peso sobre sus hombros, con solo una brújula para
guiarse. La oscura visión de Mina de lo que podría pasar si él caía en las
manos de Los Oscuros. Tenía que hacer
lo que pudiera para protegerlo. Y como tenía que confiar en su ridículamente
pequeño poder para realizar una tarea de tales proporciones, solo podía seguir
las instrucciones de Mina. Confiando en el único ser que Jonah pensaba que era tonta
por confiar.
– No
sabes nada. – Su mandíbula se mantenía inflexible. – Tú apenas has vivido
durante un parpadeo si lo comparamos con mi vida. No entiendes nada.
Podía
destruirla. Al anochecer, volvería a ser un ángel que podía extinguir una vida
sin pensarlo. Hades, sería capaz de partirle el cuello hasta como un humano. Y
estaba, como a los humanos les gustaba decir, encantado de mandarla a la
mierda. Pero a pesar de sus dudas, ella sabía que tenía razón sobre esta única
cosa, y se decía a sí misma que no volvería a apartarse, no importaba lo mucho
que su estómago temblara por los nervios.
– Déjame
morir. Esa fue una de las primeras cosas que dijiste. – Anna tomó aliento, y se
acordó de como él se había introducido en ella, aplastándola sólo con su boca.
Formaba parte de él en su propia mente, se preocupara él mismo de alimentar esa
ilusión o no. – No se el hecho o razón por la que cargas con esa oscuridad en
tu interior, mi lord, pero sé que está ahí, y eso es probablemente más
peligroso para ti que un Oscuro. No te
dejaré desperdiciar tu vida. No si puedo hacer algo para evitarlo.
¿Qué
podía hacer ella?
Tócalo, hazle desearte…
Nunca
había sido… Bueno, obviamente no tenía experiencia a la hora de seducir a
hombres. Pero necesitaba intentar algo diferente que discutir con un ser
antiguo el cual consideraba sus míseros veinte años de sabiduría
intrascendentes. Sabiendo que se arriesgaba a sufrir un rechazo humillante o
peor, con un torpe impulso se puso de puntillas, consciente de que el
movimiento empujaba la completa suavidad de sus senos contra su pecho, y sus
nudillos, ya que sus manos se levantaron en reacción sujetándola otra vez de
las muñecas.
Estaba
a cierta distancia, pero se las arregló para alcanzar sus labios. Esta vez no
fue un beso tímido. Apoyándose en él, abrió su boca y buscó dentro de la de él,
probando su lengua, deseando que sus manos pudieran estar libres, así podría
tirar de su cabeza hacia abajo, agarrando su pelo y profundizar el beso.
Sin
embargo, no estaba sosteniéndola de pie. Ella se colocó entre sus brazos, el
hueso de su cadera presionando la parte delantera de sus ajustados pantalones
vaqueros, su muslo acariciando la parte interna de los de él.
Sus
manos se deslizaron desde sus muñecas, apoderándose de sus brazos y apartándola
de él, sujetándola con un agarre rígido. La estudió, serio, con la firme boca
húmeda de sus besos. Al principio se le cayó el estómago a los pies y pensó que
había fracasado miserablemente. Pero entonces vio algo en su mirada que hizo
que la parte baja de su vientre se estremeciera. Aunque efectivamente estaba de
un ánimo peligroso, no fue inmune a ese
beso. La inseguridad en sus movimientos era más excitante de lo que ella se
esperaba, aunque no podía explicar el por qué.
– ¿Estás
pensando en distraerme, pequeña?
– No. –
Ella negó con la cabeza, aunque los caballitos de mar en su pecho estaban
haciendo cabriolas con prudente alegría cuando él usó el cariñoso apodo. – Yo
sólo… quería recordarte que puede haber una
buena razón para quedarse por aquí unos días más, hasta que caigas en un
resplandor de gloria bajo cien Oscuros.
El
comentario fue inesperado, ridículo. Ella estaba temblando, pero mantenía la
barbilla alzada. Jonah descubrió que simplemente no podía seguir furioso ante
esa combinación de inocente sensualidad y determinación. Cualquiera que fueran
los motivos de la bruja del mar, no estaba tan enfadado como para no poder ver
que Anna sinceramente había intentado ayudarle. ¡Por la fe!, ella era valiente.
Hermosa. Tenía un coraje que impresionaría a su fuerte comandante de la legión.
Pero era tan imprudente como para retarle. Él tendría que reprenderla por eso.
Al final.
Esta
pésima transición era temporal, si la bruja del mar le había dicho la verdad a
Anna. Y si la creía, solo le había concedido una semana de total invisibilidad.
Eso era algo que deseaba más de lo que quería admitir o explicarse. En
realidad, la pasión de Anna lo atraía, en varios niveles diferentes, estaba tan
viva como él se sentiría dentro de poco.
– ¿Dónde
has conseguido estas ropas?
Anna parpadeó
ante el cambio de tema, después miró sobre sus hombros, hacia una pequeña
casita de campo abrigada en las dunas. Él notó que la única más cercana estaba
aproximadamente a una milla playa abajo. – Esa casa me pertenece, mi lord. Es
el lugar que Neptuno creó para las hijas de Ariel.
– Eso no
es lo que quiero decir. – Se señaló a sí mismo. – ¿Por qué tienes ropas de
hombre, pequeña?
La
implicación y exigencia en su voz la asustó. No estaba siendo posesivo,
¿verdad? Cuando al principio él dijo, Me
perteneces… por ahora, había amado las palabras de una forma muy difícil de
explicar, de tal forma que no se atrevería a repetirlas, por miedo a que la
independiente Mina se burlara de ella. Además de eso, sabía que esas palabras
sencillamente formaban parte de la elaborada fantasía de ser parte de él. Las
palabras no tenían un significado duradero. Como todo lo que habían compartido
en la cueva.
A pesar
de ese triste pensamiento, la mirada de sus ojos sugería que había querido
decir sus palabras de propiedad bastante literalmente. Aunque ahora tuviera
ojos humanos, una esfera blanca rodeando el iris marrón oscuro, no le hacía ser
menos irresistible en su tranquilidad cuando la miraba como lo hacía ahora. Se
humedeció los labios. – La leyenda original. Ariel rescató al príncipe del mar.
Es una de muestras raras tradiciones familiares, mi lord. Siempre guardamos un
cambio de ropa masculina en la casa, para cuando el hombre de nuestros sueños
se lave al llegar a tierra. Es algo estúpido, pero ninguna de nosotras la hemos
roto jamás.
Por
supuesto, cada hombre que había engendrado a la siguiente generación de Arianne
había sido rescatado de alguna manera del mar.
Mientras pensaba en ello, palideció y apenas pudo contenerse de poner la
palma de su mano sobre su plano estómago. Él había dicho que no… desde luego
que no. Él no era humano. Era un ángel. La tragedia de Anna todavía tenía que
ocurrir. Y sin embargo, no podía imaginarse queriendo a otro hombre después de
estar con Jonah.
Él
asintió, pareciendo satisfecho. – ¿Y la pequeña bestia a la que llamas
amiga? ¿Va a venir aquí?
Esa forma
brusca de hablar la devolvió al presente. A pesar de sus intentos por
permanecer en calma, las lágrimas se le atragantaron en la garganta. – No lo
se, mi lord. Esperaba que ella viniera por lo menos hasta la orilla, así sabría
que estaba bien, pero al final no llegó a la superficie. Y yo no… no podía
dejarte. – Brevemente le contó cómo se habían separado Mina y ella.
– He
estado aquí sentada durante dos horas,
mirándote, preguntándome si estaba viva o muerta, si ellos le habrán
hecho daño, y no hay manera de ayudarla. ¿No ves cuanto valor necesitó para
llegar hasta ti? Ella me dijo que diriges la Legión contra los Oscuros, y ella es un Engendro Oscuro. Nadie la ayudará, porqué yo soy la única… – Ella negó
con la cabeza, apartándose cuando él aflojó su agarre. – Ella es la única
persona a la que considero como una amiga.
– ¿Estás
tan segura de su lealtad?
– Sí. En
primer lugar, no tiene ningún sentido que ella te traicione de esta manera, mi
lord. Podría haber elegido no advertirnos abajo en las cuevas. Incluso aquí,
has estado inconsciente durante dos horas. Tiempo suficiente para que ellos nos
alcanzaran si ese hubiera sido su propósito.
– A ella
no le importa mi bienestar, Anna. El misterio es lo que siente por ti. – Cuando
ella volvió a mirar hacia él, sorprendida por su intuición, él inclinó la
cabeza. – Era la única cosa que sentí de ella que le salvó la vida cuando entró
en la cueva. ¿Por qué siente una obligación tan firme por protegerte?
– No le
das demasiado crédito, mi lord. Mina lucha contra la oscuridad de su interior.
Ella ha tenido que luchar tan duro… es difícil de explicar, pero es el tipo de persona
que nunca se renunciaría a lo que tanto le a costado conseguir.
– ¿Ella
niega rendirse al mal porque eso es lo que ha decidido hacer?
Anna se
permitió una leve sonrisa. – Ella tiene una naturaleza terca formidable, mi
lord.
– No
discutiré eso. Pero hay más que eso. ¿Por qué te protege? Y ¿Por qué me haces
preguntar todo dos veces para conseguir una respuesta franca? Es irritante.
Jonah
arqueó una ceja cuando Anna le lanzó una mirada, pero ella cedió. – Es una
antigua historia entre nuestras dos familias. Aunque fuera totalmente malvada,
que no lo es, no puede traicionarme. – Ella miró hacia la casita de campo. –
Deberíamos entrar antes de que caiga la noche.
Su mirada
penetrante le dijo que sabía que estaba siendo evasiva. Le daba ganas de huir nadando
lejos pero, claro, ahora tenía piernas humanas. Durante mucho tiempo, ella
había deseado tener a alguien con quien hablar, pero nunca imaginó que tendría
que hablar de este tipo de cosas.
– O
quizás deberíamos seguir adelante y empezar nuestro viaje, – dijo ella de
manera causal. – Alejarnos más de la costa.
– ¿Viaje?
Un viaje significa tener un destino. ¿Dónde se supone que tienes que llevarme?
Cuando
Anna se iba a apartar, ese largo brazo se le adelantó. Le rodeó la muñeca,
atrayéndola otra vez hacia él. Esta vez, su agarre tenía una estrategia
diferente, aunque sin ser menos capaz de mantenerla quieta. Movía su pulgar
sobre su pulso haciendo que su mirada se arrastrara hacia arriba para
regocijarse en su boca. Sus ojos todavía estaban tan oscuros que la pupila y el
iris eran casi indistinguibles. Ella debería haberse sentido amenazada por su
intensidad, pero lo que reaccionaba dentro de ella no podía llamarse miedo. No
exactamente.
– Si no
me lo dices, pequeña, voy a demostrarte cómo de desagradable puede ser el
desafiar a un ángel. – Cuando la voz de él bajó hasta un sedoso murmullo, sus
ojos se ampliaron mientras él la acercaba a su pecho con brazo implacable y le
inclinaba la barbilla con la otra mano. - ¿Dónde vamos?
Ella se
sobresaltó cuando su mano descendió, cubriendo una nalga. Sus ojos brillaron, y
ella tuvo el asombroso e improbable pensamiento de que era divertido. – Estas
tentándome a calentar esta parte de ti, sirenita. Habla.
Mina le
había dicho que lo tocara de forma lasciva, pero cuando la completa fuerza de
su dominante sexualidad la desbordó, todo lo que pudo hacer fue mantener la
cabeza fuera del agua. Especialmente cuando ahogarse en él resultaba muchísimo
más atractivo.
¿Pero estaba
haciéndolo a propósito? ¿Manipulándola con la seducción? Utilizándola, ¿cómo lo
había hecho para la Unión Mágica? Quizás. Aunque, no la estaba engañando. No
ocultaba sus intenciones, su deseo de información. Esa era una forma seria de
atormentarla, de una manera demasiado malditamente hipnotizante para su paz
mental.
¿Quién
era ella para discutir sus métodos? Por supuesto, eso era preferible a estar
gritando. Lo que ella esperaba era que volviera a pasar. En pocas palabras, le
contó todo sobre el chamán, animándose a sí misma ante las nubes de tormenta
que se reunían en su expresión.
– ¿Un
humano? ¿Un humano puede extraer el veneno?
– En realidad,
mi lord… – Se obligó a mirarlo, aunque el frecuente calor en sus mejillas las
estaba volviendo de un permanente escarlata, estaba segura. – El primer tónico
que te dio extraerá el veneno si es reforzado diariamente por… algún tipo de
aumento de energía. El chamán… Su propósito es curar tu espíritu.
– Mi
espíritu no necesita ninguna cura. Aunque lo hiciera, ningún humano estaría
involucrado. – Él la miró con cara de desprecio. Y además, había vuelto a
desconfiar.
No,
decidió ella. Él no usaría la seducción como arma. Tenía demasiado temperamento
para depender de su encanto. – Eres sumamente clasista, ¿no, mi lord? – Ella
tenía problemas para mantener la paciencia. – Sin embargo no pareces
interesado, no te urge el volver con los de tu especie. Estoy segura de que
allí están los que se preocupan por ti, y tampoco tienes interés en hacerles
saber que estás vivo. No quieres que Los
Oscuros me hagan daño, pero no tienes interés por tu propia vida. Hasta con
mis escasas habilidades, puedo sentir la oscuridad en tu interior, una
aflicción. Él puede ayudar a curarlo. Mina lo dijo.
– ¿Y si
me niego a ir? ¿Y si no tengo interés en este plan que tu bruja ha tramado? –
Sus ojos se estrecharon. – Puede que ella no sirva a Los Oscuros, pero eso no quiere decir que no tenga sus propios
propósitos oscuros. Una prescripción de
Unión Mágica diaria, - la imitó él. – Eso ciertamente motiva a una joven
atractiva y sexualmente inexperta a quedarse conmigo durante la búsqueda que ha
planeado la bruja, ¿no? Has probado un poco y quieres más. Ella lo sabe. Y sabe
cómo nos distraería eso.
La
conmoción inundó a Anna. Soltando su mano de un tirón antes de que el pudiera
detenerla, ella retrocedió. – Eso era exactamente lo que quería decir, - dijo
ella con una voz estrangulada. El dolor acumulado en su garganta, un doloroso
nudo. – Se supone que los ángeles no son malvados. No me importa quién o qué
eres. No soy alguna clase de… yo… era, para mí, lo que hicimos… haces que suene
sucio. No quiero… – Ella negó con la cabeza, presionando las manos dentro de
sus puños. – Aquí tienes un plan alternativo, mi lord. Sentarse aquí a pensar
hasta que Los Oscuros lleguen y te
devoren.
Girando
sobre sus talones, se preparó para marcharse corriendo subiendo hasta la casita
de campo… y llorar allí.
– Anna.
Cuando la
agarró del brazo, se volvió contra él. Puede que lo hubiera planeado, puede que
no, pero de alguna manera su mano alcanzó la mejilla de él con una sonora
bofetada que le dejó la marca de su mano. La conmoción que cruzó por el rostro
de él era igualada solo por el horror en el rostro de ella.
¡Sagrada
Diosa! ¡Acababa de abofetear a un ángel! ¡Un ángel!
Pero se
lo había merecido. Había dicho…
– Anna.
Para. – Ella intentaba soltarse, y él encerró su espalda entre sus brazos,
sofocando su resistencia sin esforzarse demasiado. ¿Por qué Mina no podía
haberlo transformado en un adolescente torpe, larguirucho y flaco?
– No diré
que lo siento.
– No, no
lo harás. Lo haré yo. Lo siento. Te pido disculpas.
Ella se
detuvo, asustada, mientras la mano de él ahuecaba su cara, alzando su barbilla
para que ella tuviera que mirar hacia esos ojos oscuros. Abrumándola. – Eres
sexualmente inexperta, Anna.
– Oh, tú…
– No. –
Esta vez él tiró de ella firmemente hacia él. Cuando suspiró, la expansión de
su amplio pecho casi la empujó un paso hacia atrás. – Estate quieta durante dos
segundos, o te zurraré. Escúchame. Estas diciéndome que vamos a buscar el
consejo de un simple humano que piensa que sabe lo que es el mundo, lo bastante
como para trabajar en la magia. Estoy furioso, desconcertado e incrédulo. Y sí,
con la mente más que un poco confusa. Porque aquí está el problema.
Cogiéndola
de la mano, la fue bajando entre ellos, hasta que Anna sintió su rígido estado.
Su mirada voló devuelta hacia su rostro, separando los labios.
Con
alivio, Jonah vio como algo del dolor desaparecía de su expresión,
remplazándose por cautelosa curiosidad acerca de a dónde quería llegar con
esto. Su corazón empezaba a acelerarse, y él supo que el latido entre sus
piernas se sincronizaría, latiendo con urgencia por lo que él podía darle. Él
quería sentir ese ritmo de vida contra su verga, pero primero él le debía esto.
Deslizó
su mano hacia arriba, su pulgar encontró su pezón y la hizo gemir suavemente.
Cerrando los ojos, se obligó a concentrarse. Diosa, era como si no hubiera
saciado su lujuria en eones. ¿Qué le pasaba con ella? Lógicamente, él sabía que
podría ser por algo que le hubiera hecho la bruja. Pero su corazón pensaba de
forma diferente, y él corazón de un ángel nunca se equivocaba.
– Estoy
desconcertado, porque a pesar de todo eso, estoy cautivado por la forma en que
el cabello cae por tus hombros, por como la ira hace brillar tus ojos como
calientes relámpagos. El rubor de tus mejillas, la manera como se endurecen tus
pezones contra esa ligera camiseta por mi simple toque. – Él colocó su mano
alrededor de su garganta y mejilla, introduciendo su cabeza bajo la barbilla, y
dejando que la sensualidad diera paso al consuelo.
Cuando
Anna soltó un suspiro de resignación, enrollando los brazos alrededor de su
tronco, él volvió a sentir ese curioso alivio. – Estoy enfadado, porque en
medio de todo esto, te quiero. Así que arremeto contra tu deseo por mí, tan
nuevo y limpio. Es precioso, Anna, un milagroso regalo para otorgárselo a algún
hombre de tu elección. – Aunque Jonah estaba malditamente contento de que fuera
él, ya que no podía soportar el pensamiento de que estuviera con ningún otro
hombre. – Me he convertido en un bastardo con el corazón de hielo, al arremeter
contra algo que es pura bondad.
Encontrando
una de sus manos, él recorrió con su pulgar su blanca piel, donde los
cardenales de las marcas de sus dedos estaban empezando a aparecer. – Tal vez
ahora mi alma sea más de su sangre que de la mía, – dijo él tranquilamente.
Cuando ella hizo un asustado ruido de protesta, él presionó sobre su cabeza con
la mandíbula, manteniéndola donde estaba. – No importa, pequeña. Preferiría
hundirme con ellos antes que ver como mi alma se desintegra pieza por pieza. Fe,
la primera vez que he sentido algo así a sido mientras estaba en tus brazos.
Ella
permaneció un momento en silencio, y después, asombrosamente agradecido, él
sintió como su abrazo lo apretaba consolándolo. – Estoy lejos de ser perfecta,
mi lord. Tengo un temperamento muy malo. A lo mejor te has dado cuenta de eso.
– Te
aseguro que no me he dado cuenta. – Él volvió a sonreír un poco, inclinando
otra vez su barbilla, mirándola tranquilamente. – Ahora, escúchame. Estoy
acostumbrado a mandar sobre miles de ángeles. Solo respondo ante Michael y la Misma Dama. Estoy un poco fuera de mi
elemento, y estas ropas me rozan. Dejando todo eso aparte, ¿crees, pequeña
general, que podrías otorgarme una noche en tu encantadora casita de campo para
pensar en todo esto y dejarme tomar la decisión de si debería realizar este
viaje?
Cuando
ella se mordió el labio, él negó con la cabeza. – Tengo derecho a elegir mi
destino. – Como una ocurrencia, él añadió, – es muy ingeniosa, tu bruja. Estoy
seguro de que estará bien.
Anna
cerró los ojos. – Ahora no seas amable. Sabes que no te preocupas por ella.
– Tal
vez. Pero el hecho es que a ti te importa.
Cuando
ella volvió a bajar la cabeza sobre su pecho y asintió aceptando eso, todo,
Jonah suspiró. Habían pasado décadas, quizás más tiempo, desde que alguien lo
había desafiado sobre algo. Y sin embargo en apenas un abrir y cerrar de ojos,
en menos de un día, ella había adquirido la costumbre de hacerlo. Provocando
algo en él, despertándolo, encendiéndolo. Haciendo cosas que le hacían sentir
vivo de una forma que había olvidado. El tipo de cosas que le hacían inclinar
la cabeza, y besar un lado de su vulnerable cuello. Mientras él sentía el
pequeño temblor recorrer su cuerpo, bajó su mano por su espalda tocándola de
forma posesiva, sintiendo la forma que poseía.
– Enséñame
tu casita, – él le ordenó tranquilamente.