05 septiembre 2012

Capítulo Seis de "Un Beso de Sirena" (A Mermaid's Kiss) -

 


 

¡¡Hola chicas y chicos!!

Aquí os dejo un nuevo capítulo de este libro de Joey W. Hill.

Intentaré colgar cada semana un capítulo nuevo a partir de ahora.

Como siempre, pido disculpas por los posibles errores de traducción y....

¡¡Espero que os guste!!









Seis

David se sentó con las piernas cruzadas en un banco de nubes, bajando la mirada hacia la niebla que vagaba por el terreno que alternaba el verde y el azul de la superficie de la tierra. Sobre todo, se centraba en la zona azul. Había hecho que las nubes bajo él fueran sólidas con el fin de que pudieran soportar su peso. Trató de mantener eso en el fondo de su mente, a pesar de sus otras preocupaciones más urgentes. No quería tener que interrumpir su flujo de pensamiento por el repentino tirón de la gravedad al dejar vagar su atención y darse cuenta de que su asiento se había convertido en algo parecido a las diáfanas olas que rodaban por debajo en grupos translúcidos.

Sintió como Lucifer se acercaba, posándose a su lado, sus negras alas acariciaron las blancas de David cuidadosamente plegadas en un afectuoso saludo antes de que Luc las plegara y ocultara, sus dedos de los pies se curvaron sobre una nube esférica que se formó a petición suya justo por debajo de la curva de sus pues como si fuera un águila encima de la pequeña bola de oro del asta de una bandera.

– Presumido, - dijo David de forma ausente, aunque la línea de preocupación de su frente no se alivó.

– Yo no necesito tu opulento trono, jovencito, - dijo Lucifer, echando una mirada hacia la silla hecha por David. – Pero sospecho que vas a permanecer un rato aquí, vigilando.

– ¿Has oído algo?

– Él está por debajo de la Línea. Eso es todo lo que sabemos. Ha peleado contra un número excepcional de Oscuros. Sus capitanes creen que fue generoso con ellos. Están muy disgustados al respecto. Estaba separado de los otros. Fue una lucha feroz. Eran muy numerosos.

Ella no puede… – La voz de David se fue apagando cuando Lucifer miró hacia él, sus ojos oscuros poseían un matiz rojo. Tenía el pelo negro y largo hasta la cintura, su delgado y fuerte cuerpo emanaba poder, longevidad y un nivel intimidante de sabiduría que rápidamente podría transformarse en censura si sentía que estaba justificado.

Cuando David se convirtió en ángel, aprendió que el misterioso Lucifer no era ni el ángel caído ni el cornudo fantasma del mal que sugería la religión humana. Aunque eso era tranquilizador, era el encargado del Infierno, y nadie contrariaba al Señor del Inframundo a la ligera.

– Sabes que Ella no ofrecerá ayuda por debajo de la Línea a menos que sea pedida de verdad. Incluso bajo la presión más terrible, él sigue siendo uno de Sus generales. Su Primer Comandante de la Legión. Todo lo que tendría que hacer es dirigir el más leve rastro de un pensamiento a Ella y Ella respondería. Si fuera necesario, Ella enviaría a Raphael inmediatamente para curarlo. Él no ha llamado. O bien es porque no necesita ayuda, o porque está muerto.

David se encogió de hombros. – Los Oscuros no creen que esté muerto. Todavía lo están buscando.

– Lo sé. – Por un instante, apareció una mueca severa alrededor de la boca de Lucifer. – Él y sus ángeles, incluyéndote a ti, derrotaron a muchos, pero siempre hay alguno que escapa y debe ser cazado.

– Si capturan a un ángel vivo, usando su energía…

– Jonah se destruiría antes de permitir que eso sucediera, sin importar cuál sea su estado, - dijo Luc con firmeza. – Te preocupas demasiado.

– Como tú, – murmuró David. – De lo contrario no te habrías unido a mí aquí. – Bajó la mirada hacia los azules patrones de los océanos. Incluso a esta altura, podía detectar sus movimientos, la inmensa profundidad. – Llamó la atención de algunos de ellos apartándolos de mí, a propósito, para protegerme.

– Tú todavía estas aprendiendo, mientras que él puede luchar contra muchos.

– Creo que él podría destruirlos a todos tan sólo con su voluntad, - dijo David lentamente, - pero quizás fue su estado de ánimo lo que le hizo caer del cielo.

Lucifer lo miró. Como muchos ángeles, Jonah y él nunca habían sido hombres, sus almas procedían del serafín original. Mientras que a David lo habían convertido ángel hacía menos de treinta años terrestres. Él había sido un humano, que había muerto siendo un adolescente y su alma fue enviada al servicio de los ángeles, como se hacían con algunas almas puras, en lugar de a la rencarnación.

Jonah había visto siglos de batallas y Lucifer… bueno, su propósito era algo diferente, pero ciertamente había estado por allí durante mucho tiempo. Sin embargo, la tranquila sensatez de David y su falta de ego hizo que Lucifer diera peso a las palabras del joven ángel.

– Has notado su estado últimamente.

– Pasamos mucho tiempo juntos, y él parecía… más reservado. A veces sentía en él algo parecido a la desesperación. – David miró a los ojos de Lucifer. – Se sentía solo. A la deriva. Luc, los ángeles tienen compañeros, ¿no?

Lucifer estrechó los ojos.  – Lo tienen,  – dijo con cautela. – A menudo el equilibrio viene en pares, David. Pero el tiempo es mucho más relativo para nosotros, así que para la mayoría de los ángeles pasan siglos antes de que aparezca el impulso de buscarlo. Todos somos hombres, por lo que aquellos que desean a mujeres encuentran a su otra mitad fuera de nuestra especie. Y los ángeles se aparean sólo una vez, no importa el tiempo que viva aquel a quien escogen.

– Como los cisnes, - dijo David pensativamente.

– Nunca imaginé que compararían a Jonah con un cisne. Tal vez con un halcón bastante irascible. ¡Ah, al Hades con él! – Lucifer  bajó su mirada penetrante hacia el mar. – Lo conozco desde hace mucho tiempo. Tú lo has conocido muy poco tiempo. Y,  aun así, creo que ambos lo amamos mucho.

Estiró la mano y tiró de un puñado de plumas, casi tirando a David de su asiento. – Vamos, polluelo.  ¿Te apetece tomar un baño?

David se levantó, estabilizando su postura, extendiendo las alas. – Si.

– Entonces vamos a ver lo que el océano puede decirnos sobre nuestro hermano desaparecido.

***
La Unión Mágica era sólo una herramienta. Una manipuladora herramienta diabólica que sacaba hasta la última gota de energía de su alma y de su mente, creando la ilusión de un vínculo permanente con otro ser. Ahora Anna sabía por qué tantas mujeres lamentablemente se sentían tan enamoradas del primer hombre con el que se acostaban. A ella le había pasado lo mismo.

Parecía que cuanto más lejos nadaba, más sentía la necesidad de volver a él. No importaba la brusquedad con la que le había ordenado que se fuera, y ciertamente no le había pedido que consultara nada de esto con Mina.

Se decía a sí misma que iba a buscar a Mina para averiguar si había algo más que pudiera hacer para curar al ángel, devolviéndolo al cielo, fuera de esa cueva. Más allá de donde pudiera alcanzarlo físicamente, lo que debería ayudar a desterrarlo de su mente.

Y pescado a volar.

En el extraño orden de las cosas, consideraba a Mina su mejor amiga, más parte de su familia que muchos de sus primos. Por supuesto, Anna estaba empezando a sospechar que tenía la debilidad de creer que los sentimientos iban mucho más allá de lo que el objeto de su cariño lo hacia. Lo más probable sería que Mina nunca pensara en ella como una hermana. Tal vez ni siquiera la considerara su amiga. Pero claro, Mina se mantenía solo como un esqueleto con órganos en su interior que se encargaban exclusivamente de realizar su función.

Aunque estaba a un nivel de agua más tolerable, la casa de Mina se encontraba todavía en la parte alta del Abismo. El pozo lúgubre era un vecino perfecto, según la forma de pensar de Mina. La mayoría de las criaturas, excepto aquellos que vivían en la oscuridad, evitaban el permanecer cerca durante mucho tiempo.

Mientras miraba por el hueco abierto en la cueva, Anna salió con cautela al Abismo. Sintió una gran sensación de alivio cuando la luz empezó a penetrar y pudo volver a ver, reconociendo el entorno. También se tranquilizó al no sentir la presencia de los Oscuros. Por supuesto, sin Jonah, sospechaba que la ignorarían. De la misma forma que lo harían los ángeles en un día normal. Sólo sería una criatura marina sin importancia, insignificante para las complejas maquinaciones  que se libraban en el Cielo y el Infierno.

Sus sentimientos heridos no podían negar que, al final, Jonah se había mostrado reacio a que se fuera. Cuando se había introducido en el agua y había vuelto a su forma de sirena, él le explicó cómo volver a la gruta principal del Abismo. Le hizo repetir varias veces junto con él las direcciones que debía tomar en el túnel, aparentemente para asegurarse de que no se volvería a desorientar.

– Si Los Oscuros aún están por ahí, pequeña, los sentirás. Y si los sientes, debes huir lo más lejos posible. Te prohíbo que te preocupes por mí. Soy capaz de cuidarme sólo, ahora que me has ayudado a curar el ala.

Sin embargo, él mismo había admitido que aún no estaba listo para un vuelo prolongado y sospechaba por la forma cuidadosa en como se movía, que también le afectaba a su equilibrio.

Le había dolido que la echara, pero si quería ser justa con ella misma, sabía que era por su culpa. Había sido algo mágico, pedido de forma honesta y otorgado libremente. Así que hizo a un lado sus reacciones típicas de mujer y se centró en lo que estaba segura que era más importante. Algo como el hecho de que tenía un ala mal. Quería hablar con Mina, quién, de todos los demás, sería la menos probable en creer que estaba loca.

– ¿Estás completamente loca?

El siseo la sobresaltó, ya que parecía venir desde varias direcciones al mismo tiempo. Anna gritó y se giró, encontrándose por un terrible momento en medio de una enredada cama de tiras de tela negras. Las cuales arrastraron de ella como un hombre en un bosque de alambres de espino mientras Mina se echaba hacia atrás, tirando de la capa que llevaba siempre a su alrededor, protegiendo su verdadera forma.

– Ven aquí, fuera de la vista. No es seguro estar al aire libre cerca del Abismo en estos momentos.

Mina nadó hacia la abertura de la cueva, lo que requirió de una cuidadosa maniobra para conseguir camuflarse con una miríada de formas inhóspitas de vidas marinas, incluyendo un enorme jardín de coral de fuego. La única parte de su cuerpo visible debajo de la capa eran dos elegantes tentáculos negros, cada uno de casi 1,80 cm de largo, que la ayudaban a impulsarse hacia adelante y le servían como un par de apéndices extra cuando los necesitaba. Mientras Mina permanecía en el pueblo de las sirenas, al igual que Anna, sentía que necesitaba toda la ayuda posible.

Había tantas cosas que las unían, y sin embargo eran las mismas cosas que mantenían su relación en una cuerda floja en el mejor de los casos. Cuando se detuvo en el interior de las sombras de la caverna, Anna sabía que esto era lo más lejos que iban a ir. Nunca había entrado más de un metro y medio en la casa de Mina. Pero estaba segura de que era más de lo que le había permitido a nadie.

Mina sólo era un puñado de años mayor que ella, la única criatura marina que la gente del mar prefería ver menos que a Anna. Sin embargo, eso no les impedía buscarla para conseguir sus eficaces pociones y hechizos. Anna nunca le había pedido ninguno. Cuando tuvo la edad suficiente para salir sola y supo de Mina, cuya historia estaba ligada a la suya, la fue a buscar. Mina la amenazó con convertirla en un gato y dejar que se ahogara si no la dejaba en paz. En vez de hacer eso, Anna se ofreció a ayudarla a recoger las plantas que necesitaba de las zonas más pobladas, a las que a Mina no le gustaba ir. Hizo falta mucho tiempo, pero finalmente Mina estuvo de acuerdo y el incierto vínculo entre ellas comenzó a forjarse.

Ahora, siete años más tarde, Ana no estaba muy segura de la bienvenida que le daría Mina desde la vez que vino aquí por primera vez. Todo dependía del estado de ánimo de Mina. Pero Anna había aprendido a esperar no cogerla en sus escasos peores momentos. En uno de ellos, sorprendió a la bruja mirándola una o dos veces como en trance con una sed de sangre escalofriante en sus ojos vacíos. En esos días, Mina sólo había aparecido para ordenarle que la dejara en paz, diciéndole que no quería que volviera jamás. Pero Anna siempre lo hacía.

Pensándolo ahora, Anna vio una conexión similar entre la oscuridad de Mina y lo que ella había sentido en Jonah. Como si él y Mina estuvieran enfrascados en una lucha personal contra sus demonios y no quisieran hablar de ello. Ella no sabía si los demonios de Jonah lo habían acompañado durante toda su vida, pero sabía que los de Mina si que lo habían hecho. Así que tal vez hubiera sido más apropiado que primero hubiera pensado en buscar la ayuda de Mina.

– ¿Qué has estado haciendo? – Exigió saber Mina.

– ¿Qué quieres decir?

– Los Oscuros estaban sueltos y pululando sobre el fondo del océano, buscando a un ser alado. Y la tienes por todas partes, su aura. Estás brillando justo como él. – Mina ya estaba revolviendo entre sus cosas, buscando por las grietas de la roca que usaba para almacenar los tónicos y las pociones curativas.

– Me dijo que estaría a salvo mientras no estuviera con él.

– Idiota.

– ¡Mina!, – exclamó Anna. – Es un ángel.

– Y un idiota. Aquí, bebe esto rápidamente. Lo purgará y te librarás de ese brillo. Empieza a beber o te lo echaré en la garganta.

Anna vaciló. - ¿Qué quieres decir con purgar? ¿No será… olvidar?

Mina se detuvo y la miró fijamente. – No, - dijo al fin. – Es una limpieza, no una...

– Limpieza. ¿Cómo...? ¿Eso significa que…? Él me dijo que podía retener voluntariamente su semilla, pero si lo que…

Mina la miró. Ahora su mirada recorrió más lentamente todo el cuerpo de Anna, aparentemente mirando más allá de las auras.

– Anna, ¿te acostaste con él?

– Fue necesario, para curarlo. Él usó la Unión Mágica. – Y luego, inexplicablemente, Anna se echó a llorar.

 

– No sé por qué lo hice,  - dijo al fin, cuando fue capaz de serenarse.

– Llorar en el océano es una metáfora lamentable, - dijo Mina críticamente. – Y lo sabes. Lo veo continuamente en esas patéticas criaturas que se me acercan sigilosamente buscando pociones de amor. Sientes ese maravilloso anhelo pero, al mismo tiempo, te hace daño. Es como vislumbrar el sentido del universo, sabiendo ya que no puedes alcanzarlo. Como si estuviera burlándose de ti. Así que cuéntame toda la historia, de principio a fin.

 Anna lo hizo. Ella conocía lo suficiente a Mina para saber lo inútil que era discutir con ella por su opinión cínica o por sentirse ofendida porque la considerara del grupo de las criaturas patética. Mientras que ella intentaba no pensar demasiado en su unión, Mina le preguntaba más sobre eso de lo que le era cómodo, mirándola con su típica sagacidad en su único ojo rojo visible que la hacia sentirse incómoda. El resto de la cara, al igual que la mayoría de su cuerpo, estaba oculta por la capucha y las flotantes tiras de ese manto, aunque Anna pudo ver la profunda cicatriz que cubría su mejilla y parte de la mandíbula bajo los brillantes ojos.

Cuando terminó la historia, Mina levantó una ceja. – Tuvo que usar la Unión Mágica. Era la única cosa que le curaría, – imitó. – ¡Oh, que gracioso! Si tuviera una anémona por cada vez que he oído eso…

– Mina… - Anna dejó escapar una risa nerviosa ante el comentario ácido, pero luego negó con la cabeza. – No se si puedo dejarlo marchar.

La bruja del mar ladeó la cabeza. – Con todo esto, ¿No creerás que se ha enamorado de ti?

– No. No. – Anna palideció. – Diosa, ¡es un ángel, Mina! No soy tan tonta como crees. Es sólo que… Es casi como… Cuando lo encontré, él quería que lo abandonara. Que lo dejara morir. Después lo llevé a la cueva y es como si no le interesara volver a salir de ella. Nunca. ¿La herida puede haber afectado su mente? Ni siquiera parece querer que los de su propia especie lo encuentren. No puedo explicarlo. Está mal, eso es todo.

– Entonces, no quiere regresar a los cielos. A veces la gente se cansa de lo que están haciendo y quieren hacer algo diferente, al menos por un rato. Los seres humanos son muy aficionados a… ¿cómo lo llamas? Tomarse unas vacaciones.

– No, no es eso. – Anna se encogió de hombros soltando una risa triste. – Aunque no niego que podría ser un día especial. Unas vacaciones, – se corrigió.

Mina la miró impaciente. – ¿Tengo que llevarte de la manita como a una niña durante todo el proceso? Supéralo ya. Las relaciones se desarrollarían mucho mejor si no estuvieran tan definidas por el sexo. El sexo debería ser tan básico como comer o ca…

– No lo compares con eso.

– ¿Ves lo que quiero decir? Si fuera sólo una función corporal, nadie se confundiría sobre si está enamorado o no. No tendría nada que ver con el cuerpo. La mayoría de las pociones que me piden son para aliviar simplemente el deseo sexual. Eso le dice a la gente al instante si están pensando con su corazón o con sus hormonas.

– Me voy. Sólo estás haciendo que me deprima.

– Eso nunca antes te ha impedido quedarte por aquí pululando. Y, de todas formas, ahora vamos a ir a verlo.

Anna tuvo que morderse la lengua para no soltar una réplica irritada. - ¿Qué?

Mina se levantó y comenzó a hurgar en sus cosas una vez más, metiendo algunas de ellas en el manto.

– Eres muchas cosas, Anna. Impulsiva, demasiado abierta y cariñosa. Pero no eres tonta. No en el fondo. Los Oscuros volverán pronto. Ellos saben que él todavía está aquí. Y no hay nada que los Oscuros deseen más que capturar a un ángel.

– ¿Por qué? ¿Para matarlo?

– No. – Mina negó con la cabeza. – Mucho peor que eso.  Para abrirle y robarle el poder de la Dama que reside en su pecho. Eso podría incrementar los poderes que puedan poseer de manera exponencial y lo convertirían en su esclavo, durante todo el tiempo que ellos tuvieran su corazón. Él pelearía por ellos.

Anna la miró con horror. – ¿Por qué no me lo dijiste antes? Podría estar en peligro. Podría…

– No iba a decirte nada. – La Bruja del mar se encogió de hombros. – No es nuestro problema. Pero luego pensé que lo oirías cuando sucediera, y que estarías rondando por aquí otra vez, culpándote a ti misma y transmitiendo tu gran sentimiento de culpabilidad lo suficiente como para agobiarme.

Anna contó hasta diez, pensando que no sería productivo para ella que extendiera las manos y estrangulara a la bruja. – Así que vas a volver conmigo, ¿porqué…? – le preguntó con los dientes apretados.

– Porque sin mi ayuda, intentarás hacer algo noble y estúpido para salvarlo y conseguirás que te maten. Quédate aquí. Voy a ir al fondo de mi cueva e improvisaré algunos ingredientes que puedan ayudarle. Luego iremos a evaluar su estado. Si no quiere volver a los cielos, tal vez pueda convencerlo de que salga a la superficie, en algún lugar lejos de donde cayó. Puedo idear una forma de ocultarlo, no sólo de los Oscuros, sino también de los de su propia especie.

– ¿De su propia especie? No lo entiendo.

– Son la mejor fuente de ayuda para él, pero no los ha convocado. ¿Sabes por qué? – Mina le preguntó sin rodeos. – Los ángeles son seres poderosos, Anna, pero eso no los hace a todos buenos. Tienes que pensar en eso también sobre tu ángel. Puede estar escondiéndose por una razón que no sea tan angelical.

– No, él no ha caído en desgracia. Estoy segura de ello. Es… – Anna frunció las cejas. - ¿Te acuerdas del delfín macho, aquel cuyo hermano fue asesinado?

– Sí. Lo seguiste por todo el océano, convirtiéndote en su familia hasta que estuvo dispuesto a volver a integrarse en una manada de machos. – Mina murmuró algo para sí misma y añadió otro paquete de sus ocultos estantes a sus bolsillos.

– Él quería morir, – dijo Anna en voz baja. – La vida no tenía sentido para él. Su pérdida le dolía tanto que sólo quería desconectarse de la vida y esperar a la muerte.

– Tu ángel no es un delfín, Anna. – Mina negó con la cabeza. – Tu capacidad de amar puede ser inmensa, pero no siempre se puede salvar el día. No va a ser suficiente para salvarte, por no hablar de a todos los demás.

Anna miró hacia abajo, centrándose durante un buen rato en la lenta oscilación automática de su cola, manteniéndose inmóvil en el agua. – Bueno, entonces hoy no dejaré de ser una molestia para ti, ¿verdad?

Cuando alzó la mirada y se encontró con el de la Bruja del mar, Anna pensó que quizás hubiera visto un destello de tristeza, pero hacía mucho tiempo que había aprendido la lección por asignar las típicas emociones a Mina. – Puede que tengas razón, – dijo al final.

– Pero debo ayudarlo. Cuando un ángel cae del cielo prácticamente en tus brazos, ¿cómo puede no ser eso el Destino?

Mina hizo una mueca a regañadientes, girándose otra vez. – ¿Es guapo?

– Por supuesto. Quiero decir, es un ángel.

– Su cuerpo… ¿Está hermosamente formado?

– Mina. – Anna bufó ante el brillo en el ojo de Mina. Aflojando un poco los nervios que se le agrupaban en el pecho. – Ahora estás tomándome el pelo.

– Rara vez encuentro a un hombre guapo, seguro de sí mismo y poderoso en mi cueva. Nunca he estado lo bastante cerca de uno para oler su piel y ver su cuerpo moverse con esa belleza casual. – Se introdujo en el hueco de la cueva, las sombras la tragaron, pero su voz aún resonaba. – El movimiento de sus músculos, la tensión de sus nalgas al darse la vuelta. La caricia casual de mis dedos descendiendo por una línea de rugosas escamas fuertemente superpuestas y descubrir lo que ocultan bajo ellas. Quizás simplemente necesite saber lo que se siente.

La imagen evocativa era alarmante, poderosa, especialmente en combinación con el hipnotizante tono con que Mina lo murmuraba. Las palabras resonaban por la caverna, vibrando en el agua frente al cuerpo de Anna. Ahora no estaba segura de si Mina estaba bromeando o simplemente decía la verdad. Con Mina, una nunca sabía a qué atenerse. Y, por supuesto, había girado la conversación hacia una dirección diferente, distrayendo a Anna de áreas más problemáticas.

– ¿Y bien? Continúa, todavía puedo oírte. – La voz de Mina sonaba desde más lejos, sugiriendo que habían muchos más giros y curvas en los misteriosos huecos de su casa.

– Están muy bien formado, – dijo Anna con cautela. Entonces las imágenes que Mina había dibujado en su mente la excitaron y no pudo reconfortarse a sí misma. – Oh, Mina, nunca he… Es tan grande y poderoso. Todo en él es firme músculo… Sus brazos y piernas… Sus hombros parecen tan anchos como un barco de madera. Sé que probablemente todos los ángeles son así, pero de alguna manera, sé que sólo él es así de guapo, más hermoso que los demás. ¡Diosa ayúdame!

Mina reemergió, su ojo rojo parpadeó una vez, cargada con una serie de cosas que Anna no podía descifrar. – No se si la Diosa te ayudará, Anna. Pero yo lo haré.
 
***
Si lo meditaba, Jonah podría estirar la mano hacia abajo, y sentir el lametazo de las llamas del mundo subterráneo de Lucifer, muy cerca. Si quisiera estirarse más lejos, sabía que encontraría la esencia del mismo Luc. Al igual que podría ir hacia la Dama si iba en la dirección opuesta. Tanto arriba, como abajo.

Pero no lo haría. Prefería quedarse aquí, en este lugar de éxtasis, bajo una línea y sobre la otra. Escapando de su cuerpo, como si su alma se hubiera dividido.

Se había quedado allí tumbado durante un rato, quizás horas, estudiando el contorno del dragón en la pared. En el borde del agua, ajustando su barbilla para poder ver la cabeza de Anna romper la superficie del agua, su largo cabello rubio, el cual ondeaba y se rizaba de cualquier forma cuando se mojaba, ahora pegándose alrededor de su cabeza y sus hombros desnudos. Su corazón saltó en su garganta, quitando importancia al hecho de que ella estaría ignorando su deseo de que no volviera allí. No, no su deseo. Ese no era su deseo en absoluto.

Otro ser salió a la superficie detrás de él, agarró la roca y se subió elegantemente sobre ella, a pesar de una extraña capa que lo hacía irreconocible. Y después sintió…

¡Un Oscuro! La sensación explotó por su organismo y viajó por él encendiendo todas sus alarmas. Aquí, donde estaba Anna, donde podían dañar a Anna. Jonah se levantó de un salto, ignorando el cortante dolor que se disparó por su espalda, maldiciendo el hecho de que casi tropezara por la inesperada sacudida que le causó. Todavía se movió lo bastante deprisa como para que la criatura solo tuviera tiempo de dejar salir un femenino chillido y de lanzarse hacia atrás cuando él se estiró para intentar alcanzar una espada que no tenía. El hecho de que estuviera desquiciado fue la única cosa que lo detuvo de agarrarla del cuello.

Si no fuera por eso, estaba seguro de que se lo hubiera podido partir en un segundo.

En ese momento apareció Anna, y antes de que pudiera pararla, ya se había lanzado sobre la criatura tumbada, un bulto de harapos y enmarañado cabello negro.

– Anna, sal…

– ¡No! – Anna abrazó el cuerpo del Oscuro como una madre pájaro con su precioso huevo. –  ¡Jonah, no! Esta es Mina. Es una Bruja del mar. Una curandera.

– Es una Oscura.

Medio Oscura. – dijo Anna categóricamente. – Su madre era una sirena. Es amiga mía. No es mala. Por favor, estás asustándola. Retrocede un poco. Apártate.

Él luchó contra ello, comprendiendo en el calor del momento que había sido entrenado para aumentar su vena asesina ante la mínima señal de Un Oscuro. Solo los ojos de Anna fueron capaces de pararlo, eso y el ruego en su voz.

– Por favor, mi lord. La conozco de toda la vida.

Después de un largo momento, retrocedió y Anna se levantó con cuidado. Mina se enderezó hasta quedar sentada. Pudo ver el odioso iris rojo de los Oscuros en su único ojo a la vista, casi el único rasgo de un rostro horriblemente desfigurado que él podía distinguir entre los pliegues de su capa. Ese ojo seguía cada uno de sus nerviosos movimientos tan de cerca como él lo hacía con los suyos. Cuando la miró, ella pronunció varias palabras duras y desconocidas. La insinuación de un par de serpenteantes tentáculos desapareció, otorgándole la capacidad de ponerse sobre dos piernas, aunque él sólo pudo ver sus tobillos y pies.

Aunque Anna había dicho que estaba asustando a la bruja, ella no lo parecía. Su cara mostraba una máscara impasible. Apartándose de la protección que le ofrecía el cuerpo de Anna, la bruja comenzó a encaminarse hacia su izquierda para poder estudiar su herida.

–La hoja que hizo esto. ¿La viste?

Jonah se movió a la vez que ella, colocándose instintivamente entre Anna y ella.

– Mi lord…

– No, Anna. Quédate donde estás así él no tendrá que preocuparse por ti.

Le sorprendió el consejo de la criatura, y el cuidadoso escrutinio que estaba ofreciéndole a su herida, a pesar del hecho de que él no estuviera poniendo de su parte a la hora de permitirle examinarla.

– Fue un hacha.

– Era más que una simple hacha. – Mina dio tres pasos decididos hacia adelante. – Si no estás demasiado inseguro para dejarme tocarla, creo que la herida está envenenada. Puedo ayudar.

– Ayudarías a un ángel. – dijo sin molestarse en ocultar su tono irónico.

– Ayudaría a Anna. – Mina se plantó en sus pies.

– Tus sucias manos no me tocarán.

– Si quieres quedarte ahí tumbado y dejar que supure hasta pudrirte y morir, rata con alas, – respondió Mina, – no es asunto mío.

– Mi lord, por favor. Mina. – Anna les lanzó a ambos una mirada acusadora, después salió de detrás de Jonah. – Ella ha venido hasta aquí para ayudarte, lo prometo. Desde que nací, Mina no ha hecho más que ayudarme y protegerme.

Jonah reconoció que no debería sorprenderle. L a lealtad normalmente iba unida al valor, y él ya sabía que su sirena tenía una imprudente sobre abundancia de lo último. Aun así, tenía demasiada experiencia a la hora de tratar con los Oscuros como para simplemente confiar en uno de ellos.

– Ella sólo finge ser tu amiga para aprovecharse de ti y así estar cerca de la casa de Neptuno.

Anna soltó un bufido nada elegante casi al mismo tiempo que Mina hizo rodar sus ojos, dejándolo perplejo e irritándolo al mismo tiempo.

– Confía en mí, mi lord, – dijo Anna resueltamente. – Ser amigo mío no aporta ninguna ventaja.

– Excepto, quizás el hecho de conocerte, – sugirió Mina en un tono mordaz, mirando fijamente a Jonah con odio.

Pero ahora que había tenido un momento para adaptarse a la situación, podía decir que había algo diferente en ese Engendro Oscuro. Su experiencia con los pocos que habían conseguido sobrevivir al parto era que todos resultaban ser totalmente malvados, incapaces de controlarse o de ocultar su naturaleza, o tan deformes que no conseguían vivir más de dos o tres años.

Le intrigaba sentir una dualidad en la naturaleza de éste, una fuerte oscuridad luchaba contra una vacilante luz. Aunque eso no le hacía sentir menos repugnancia por ella ni le daba más confianza, estaba más dispuesto a tolerar su presencia en la habitación junto a Anna. Dentro de unos límites.

– Mi lord, – Anna volvió a decir. – Si no hay nada que pueda decir para hacerte entender, te pido que respetes mi buen juicio, dejando a un lado tu cortesía hacia mí. Si sientes que me debes un poco de consideración al respecto. – añadió ella.

Él giró la cabeza hacia ella, manteniendo todavía a Mina en su campo de visión. – Ahora has abandonado la cortesía. Altanera. Y usas el hecho de que salvaste mi vida para que haga lo que quieres.

Anna movió los labios y un rubor manchó sus mejillas, pero Jonah levantó una mano haciéndola callar. – La Diosa a la que sirvo es una mujer, Anna. Ese tipo de tácticas no son nuevas para mí. – En ese momento, le llegó un sonido desde la oscura criatura a su izquierda y levantó una ceja hacia Mina. – ¿Estás riéndote de nosotros, Engendro Oscuro?

– Yo me río de casi todo, mi lord, – dijo Mina, la seriedad de su único ojo visible no cambió ni un poco.

– Mmm. Te permitiré examinarme. – Le costó un tremendo esfuerzo el decirlo, pero en realidad, ¿Qué le costaba? ¿Qué podía perder? Claro que, la respuesta a eso estaba en la caverna, justo a su derecha, mirándolo con preocupación en su precioso rostro. No hundiría a una inocente con él. – No te haré daño, por el momento.

– ¿Lo prometes? – preguntó Anna.

Él la miró estrechando los ojos. – Siendo honesto te diré que la que tengo ante mi es una mujer peligrosa.

Cuando ella parpadeó inocentemente, a él se le cortó la respiración. – Lo prometo. – Le irritaba que la trasparencia de su expresión le gustara, así que relajó la frente, y se volvió hacia Mina, sin molestarse en ocultar la amenaza en su voz. – Pero no olvides que he destruido a Oscuros mucho más poderosos que tú. Si le haces daño a Anna de alguna manera, no vivirás para lamentarlo.

– Esos son exactamente mis sentimientos hacia ti, mi lord. – Mina se acercó y le examinó la herida en la unión del ala, aunque como era de esperar, no lo tocó. – No puedes moverla bien, ¿verdad? Los músculos no están fusionados como deberían.

Él asintió con la cabeza, necesitando quedar por encima. A pesar de su acuerdo, su corazón latía furiosamente y su cuerpo estaba en tensión, preparado para reaccionar si la criatura hacia algún movimiento extraño hacia Anna, no importaba lo ilógico que pareciera o si las dos se habían conocido durante algún tiempo. Aun así los Oscuros eran completamente malvados, y la criatura apestaba a su sangre, además de a varias otras cosas inquietantes.

¿Por qué no podía simplemente irse para que así pudiera tener a Anna para él solo? Él la quería a salvo. Pero más que eso, sin tener en cuenta el hecho de que ella no debería haber vuelto por ninguna razón, se encontraba contento de una forma muy poco apropiada ante su desobediencia.

– Definitivamente, había veneno en la hoja, – murmuró la Bruja del Mar. – Ingeniosamente hecho, pero no es irreversible. Creo mi lord, que sus intenciones eran dejarte herido durante un largo periodo de tiempo para así poder encontrar una oportunidad mejor para capturarte. Aún ahora, ellos continúan buscándote.

– Y tú vuelves a traerla aquí abajo...

– Fue ella la que me trajo aquí. Puedes descargar tu ira en ella.

Anna abrió la boca, luego la cerró, sugiriendo que había más que decir de esa historia, pero Jonah consiguió calmar su reacción a un simple ceño fruncido mientras Mina continuaba hablando.

– Si quisieras sentarte, podría colocar a tu alrededor un círculo curativo y usar un sencillo hechizo para empezar el proceso para limpiar el veneno de la herida. El veneno no puede matarte, pero mientras esté en tu sistema, no permitirá que el ala se cure por completo.

Cuando su atención revoloteó brevemente hacia Anna, Anna captó el mensaje sin la necesidad de palabras. Y puede ser que ese sea el motivo de que su mente esté tan extrañamente afectada.

– Muy bien. – Anna soltó un suspiro de alivio cuando Jonah tomó asiento, cruzando las piernas en la repisa lisa y ancha, manteniendo en todo momento a Mina en su visión periférica como un león vigilante mientras ella empezaba a recoger rocas sueltas. Sacando una herramienta afilada del escondrijo en su ropa, la usó para romperlas hasta que todas tuvieron el mismo tamaño. Cuando comenzó a formar un círculo alrededor de él, aparentemente satisfecho de sus intenciones, volvió a mirar a Anna. Ella había ocupado un lugar en la pared del dragón, con las caderas apoyadas encima de sus nerviosas manos deliberadamente cruzadas detrás de la espalda.

Por una parte, estaba contenta de que su instinto inmediato de matar a su amiga hubiera cambiado. Por otro lado, cuando miró hacia ella, Anna cayó en la cuenta de cómo su posición alzaba sus pechos, atrayendo su atención aunque su largo cabello cayera enredado por delante de sus hombros, impidiéndole la completa visión de su cuerpo hasta la unión de sus muslos.

Parecía estar fuera de lugar pensar en ese tipo de cosas justo ahora, pero la forma como sus ojos se movían sobre ella le hacía recordar cuando poco antes su cuerpo había poseído el suyo. Descubrió que no podía pensar en nada más cuando él la miraba de esa manera.

– Échate el pelo hacia atrás.

Anna lanzó una mirada hacia Mina, la cual estaba ignorándolos y continuaba organizando sus rocas.

Anna echó su cabello sobre un hombro, luego sobre el otro, sintiendo como el calor se expandía por toda su piel bajo su mirada mientras se mostraba a sí misma. Volvía a llevar puestos los pañuelos sobre las caderas y el pecho, pero por la forma en como la examinaba, sabía que él se estaba imaginando detalladamente que no los llevaba, aunque en realidad no requería de mucha imaginación. El pañuelo de arriba estaba ajustado sobre sus pechos trasparentando la oscura forma de sus pezones, especialmente ahora mientras la tela estaba húmeda.

Las sirenas no se mostraban tímidas a la hora de mostrar sus cuerpos, pero después de lo que habían hecho juntos poco antes, se sentía cohibida. Y no iba a desnudarse delante de Mina. Su mirada vagó hacia los labios de él, la línea de su mandíbula… esos implacables ojos oscuros. Vale, quizás podría.

– Quiero tenerte otra vez, pequeña.

¡Diosa ayúdame!

– No es una mala idea, – dijo Mina con eficiencia antes de que la vergüenza hiciera que Anna se sintiera abochornada. – Deberías realizar diariamente la Unión Mágica con ella, o con cualquiera que esté disponible, para ayudarte a aumentar la energía. Te recuperaras y reforzará lo que estoy apunto de hacer para sacarte el veneno. Vas a necesitar tener todas tus fuerzas.

O con cualquiera que esté disponible… Así de práctico… así de médico. Por lo visto, para Mina era así de sencillo. Mientras que la reacción de Anna a la mirada y las roncas palabras de Jonah era cualquier cosa menos eso. ¿Cómo conseguía hacer esto, penetrar en su mente hasta sus más íntimos pensamientos y hacerlos templar con las posibilidades, despertándola tanto como su cuerpo lo hacía con sus atenciones?

Él parecía poco preocupado por el diagnóstico de Mina. Aunque su postura era rígida y alerta, delatando su disgusto ante su proximidad, no le prestaba atención más allá de lo que estaba haciendo. Recogió una roca del suelo y empezó a cantar. La levantó sobre su cabeza, girando en un cuarto de círculo, y después la puso en el suelo para empezar el mismo proceso con la siguiente piedra.

¿La tomaría en presencia de Mina? ¿Lo que había pasado entre ellos significaba tan poco para él? ¿Sólo era un impersonal receptáculo que utilizaba para aplacar su lujuria, para curarse? Pero lo había dicho como si significara más. Como una promesa.
Jonah alargó una mano. – Ven a sentarte conmigo, Anna. Siempre y cuando no interrumpamos… a tu amiga.
Él inclinó ligeramente la cabeza en la dirección de Mina. La bruja del mar simplemente levantó otra roca. Cuando Jonah volvió a mirar a Anna, Mina se la arrojó contra la nuca.

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