12 julio 2012

Capítulo Tres de "Un Beso de Sirena" (A Mermaid's Kiss) - Joey W. Hill

¡¡Hola chicas y chicos!!

Aquí os dejo el tercer capítulo de esta historia entre un ángel y una sirena.

Pido perdón por los posibles errores que podáis encontrar en la traducción.

¡¡Espero que os guste!!











 Tres

Aunque seguía preguntándose si habría algún tipo de magia en ese beso, reforzando su coraje, decidió creer en sus palabras, porque de lo contrario, se volvería loca. Aun así, sintió una oleada de alivio cuando encontró mediante el tacto el afloramiento que él le había descrito, aunque se volvió a cortar la palma de la mano con las afiladas rocas puntiagudas que formaban los colmillos del dragón. Entró a ciegas por la boca hacia la nada. Manteniendo los brazos alrededor del cuerpo de su ángel como si estuviera moviendo un gran barril, por lo menos nadaba hacia adelante, la alegre ala rota le rodeaba los hombros y la cadera para que no tuviera que preocuparse de sujetarla. Todavía emitía su propia calidez y tranquilidad, pero cuando la gruta se estrechó tanto que incluso podía estirar un brazo y sentir la roca de la pared al otro lado, las cosas pasaron a ser algo engorrosas. Negociaba la dirección a tomar con el ala amputada y ambas tomaban la decisión, el gran macho era incapaz de ayudarla mientras intentaba impedir que fuera golpeado contra las paredes.

Casi gritó de frustración cuando el túnel descendió de nuevo. Al principio era un deslizamiento gradual, pero después se convirtió en una horrible caída en picado y, finalmente, fue descendiendo como si bajaran por un tubo hueco hacía el centro de la tierra. El agua volvía a ser fría. Helada. Al poco rato, apenas se estaba moviendo, sus miembros agotados tanto por tener que cargar con él como por la temperatura bajo cero. Sus dedos y su cola se apoyaban contra los lados, ayudando a empujarlo hacia abajo. ¿Él sabía que si cogía mucho frío, podría morir? Permanecerían aquí, un muro de huesos y carne en descomposición como advertencia para cualquier otro que fuera lo suficientemente tonto como para hacer algo como esto.

Diosa, que idea tan horrible.

Él estaba tan gravemente herido. ¿Cómo había podido confiar en él?

Estoy muy cuerdo y razono correctamente… pero veo que necesitas que te lo demuestre.

El calor ardiente en su vientre, encendido por ese beso y reavivado en su memoria, la estimuló a avanzar.

El Abismo era misterioso, desconocido. De la misma manera eran los ángeles. Seguro que habían usado anteriormente la aglomeración de grutas, ¿no? Después de todo, aunque estaban llenas de peligros desconocidos para el resto del mundo, ¿Qué podría dañar a un ángel en el mar?

Claro que, la realidad de eso casi los había atrapado. Rezó para que hubieran tenido éxito a la hora de dar esquinazo a sus enemigos, porque tener que soportar una confrontación contra ellos allí abajo era simplemente más de lo que pudiera resistir ahora mismo. Cuando el cuerpo de él intentó deslizarse de sus brazos otra vez, se apoyó contra la pared, sujetándolo. Estaba segura de que estaría manchando con su sangre las perfectas alas. Cuando las lagrimas amenazaron en sus ojos, Anna los cerró, intentando borrarlas.

Descendiendo muy abajo por su vientre. Demasiado lejos.


Siempre que tenía que enfrentarse a algo imposible, se decía a sí misma que no podía rendirse y luego acababa consiguiendo ese imposible. Este era uno de esos casos. No podía volverse atrás. Podía hacerlo. Lo lograría.

No había vuelta atrás.

Él moriría sin su ayuda.

Déjame morir…

No, por el Tridente de Neptuno. No lo haría. Y tampoco moriría aquí.

Esto no acabaría así, ¡Maldición!

Poco después, su cola encontró una superficie plana y movió agua empujándola contra su cara. Se dijo que el túnel había vuelto a ser horizontal y estaba ensanchándose, sollozó de alivio. Fue capaz de cambiar de brazo y nadó hacia adelante, utilizando el impulso adicional ofrecido por un amplio azote de su cola. Y entonces, la oscuridad empezó a tener formas. Las formaciones rocosas en las paredes, curvando el túnel por todos lados. Luz. Había luz viniendo de algún lado. Los abanicos de mar con zarcillos ondeando y los innumerables corales comenzaban nuevamente a cubrir las paredes, raspándole los nudillos. ¡Bendita sea la Dama! ¡El agua que le llegaba era cálida! Muy cálida. Cuando el túnel la dirigió hacia arriba, se impulsó en esa dirección arrastrando su brazo libre por la pared a la vez que ondeaba furiosamente la cola, de pronto desesperada por saber si lo que estaba viendo, sintiendo, era cierto y no algún tipo de extraño espejismo en ese desierto acuoso desprovisto de cualquier marca familiar para orientarse.

Cuando su cabeza rompió la superficie del agua, tomó una profunda, temblorosa inspiración en la bóveda de aire, usando sus pulmones en lugar de sus branquias. Era una caverna abierta. Las paredes más cercanas estaban revestidas con riachuelos de color naranja, plata y azul, como el interior del cuerpo de una criatura – los misteriosos estratos multicolores de la tierra. Los esqueletos de pequeños fósiles de peces de hace millones de años estaban incrustados en la roca. Había repisas planas por encima de la línea de flotación, lugares para secarse.

Pero fue el muro del fondo el que le hizo tomar aliento y mantenerlo. Sobre una de las paredes, extendiéndose a lo largo de toda la pared, había un dragón. Miró los restos del esqueleto perfectamente conservados en la roca. Tenía la cabeza echada hacia atrás como si estuviera rugiendo desafiante; la frondosidad de sus alas extendidas preservadas para siempre en los estratos. Aunque sabía que esa debió ser la posición en la que estaba el animal cuando murió, el vestigio estaba congelado en un momento de terrible belleza y poder sin poder evitarlo.

Consiguió acercar al ángel hasta una repisa inclinada, enganchando su codo en él, temblando mientras intentaba recuperar el aliento. Sin embargo, no se atrevía a demorarse demasiado. La tentación simplemente agarrarse de la repisa, apoyar la cabeza y ceder a la fatiga, era demasiado grande. El ala herida todavía permanecía rodeándole los hombros, de modo que su mano podía descansar en la parte baja de la espalda de él.

¡Gran Dama, tenía unos músculos tan bien formados! Deslizó sus dedos con deseo, trazándolos.

Nadie que conociera habría sido capaz de gritarle en su pensamiento. Aunque ellos no habían estado en el otro lado de ese beso, el cuál le había creado una gran cantidad de pensamientos muy irrespetuosos. Él sólo podía culparse a sí mismo por tentarla al sacrilegio. 

Ahora tenían medio cuerpo por encima del agua, su ala parecía estar intentando volver a conectarse a esa zona herida donde pertenecía. Un estremecimiento recorrió su cuerpo inconsciente, una señal de dolor.

– Sshh… – le acarició el lado del hombro junto a la herida, aunque no sabía si estaba dirigiéndose a él o al ala. – Espera hasta que podamos averiguar qué hacer al respecto. Sólo espera. Estas herido.

Aunque no él no hubiera manifestado que le molestara el entorno en el que se encontraba, estaba herido, y sospechaba que una criatura del cielo preferiría no permanecer sumergido en el agua eternamente. Él necesitaría secarse.

Sin embargo, subirlo a la repisa resultó ser una tarea enormemente difícil. En el agua, había sido difícil moverlos pero al menos flotaba. Levantarlo hasta la repisa requeriría sacarlo del agua, eso transformaría su cuerpo en más de doscientos kilos de músculo pesado y era peso muerto. ¿No estaba hace un momento admirando esos tonificados músculos? Ahora maldecía el peso añadido. Y después estaban las alas. Una conectada, la otra no, aunque esta última se aferraba fuertemente a ambos, tanto a él y como a ella, impidiéndoles avanzar ahora del mismo modo en que antes le había ayudado.

Por fin consiguió subirlo a la roca cambiando torpemente a su forma humana. Sujetándolo precariamente, deslizó su trasero hacia atrás y tiró de él hacia arriba mientras soltaba tacos y gruñidos nada femeninos. Pero cuando lo consiguió, él descansaba en la plataforma con sólo los pies y las piernas aún sumergidos en el agua.

Como estaba tumbado de medio lado, esa horrible herida era ahora totalmente visible, lo que hizo que su corazón latiera a más velocidad al verla. Tenía la forma de una lágrima irregular que le iba desde el hombro hasta la base de las costillas, revelando un poco de hueso. Necesitaba que lo curaran. No era de extrañar que fuera incapaz de mantenerse consciente durante mucho tiempo.

Pero en el intento de escapar de sus perseguidores, lo había llevado mucho más allá de cualquier lugar donde pudiera encontrar ayuda para curarse. La comprensión de eso recorrió su fatigada mente con renovada desolación.

Tendría que coger aliento y solucionarlo. Por ahora, se arrastró más cerca e intentó estudiarlo sin distraerse por su gran belleza ni ponerse nerviosa por sus heridas. O la enormidad de lo qué él era y lo qué ella había hecho.

Tímidamente, extendió la mano y colocó el ala amputada junto a él. Parecía estar teniendo más dificultad para moverse cuando estaba totalmente fuera del agua. Por lo menos, las plumas estaban empapadas. El ala que todavía estaba conectada parecía tener cierta capacidad de emitir calor, lo que le permitía secarse rápidamente, quizás era algún tipo de mecanismo interno de su cuerpo que la otra no podía utilizar. No estaba segura de que debía hacer, pero quería hacer algo, Anna utilizó sus dedos para eliminar la humedad de cada pluma del ala amputada. Dado que cada capa de plumas estaba sobre la siguiente, resultó ser un ejercicio lento y metódico, casi absorbente. Ella la guiaba, ayudándola a tranquilizarse para que pudiera pensar qué tenía que hacer a continuación.

Cada pluma brillaba después de su paso, eliminando las gotas de agua con sus dedos. Ella continuó tratando de enderezar el ala entera, pero cuanto más la acariciaba, más se curvaba hacia ella, hasta que estuvo rodeada de nuevo, luchando contra ella. Absurdamente, se encontró riendo a pesar de la gravedad del momento. Fuera como fuese, ella pretendería hacer que no se preocupara, envolviéndola, burlona y haciéndole cosquillas con las plumas.

- Basta, - la reprendió al final, encogiendo los hombros para poder liberarse. Devolvió su atención al ángel. Tentativamente, extendió la mano y acarició el pelo mojado apartándolo de su rostro. Anna volvió a notar cómo de fuerte podía llegar a ser un rostro, un semblante que mostraba, incluso inconsciente, que el alcance de su mundo y responsabilidades iba mucho, mucho más allá que el de ella.

Una mandíbula cuadrada, firme, manteniéndose decidida incluso en la inconsciencia. Sus pestañas le abanicaban las mejillas, con gotas aferradas a ellas, por lo que también se las cepilló con las yemas de sus dedos.

La mayoría de los atlantes no llevaban barba y, aparentemente, tampoco lo hacía este ángel. Había bello fino y oscuro en su pecho formando una reluciente flecha debajo de su vientre donde la correa de la cintura de la media túnica sujetaba la breve prenda ceñida sobre él. Ahora que estaban fuera del agua, la tela de seda roja se aferraba a la parte superior de sus muslos y a la zona de la ingle, casi transparentándola. Los ángeles tenían… bueno, al parecer tenían órganos sexuales, como la mayoría de los hombres. No sabía por qué eso debería sorprenderla, después de aquel beso y la espiral de sentimientos que había detonado. Un hombre no besaba de esa forma si no tuviera una razón para querer besar así.
Durante el tonto pensamiento, tuvo que reprimir una risita histérica. Apartó la mano cuando él cambió de posición. ¿Qué estaba haciendo? Se trataba de un ángel.

Un terrible guerrero del cielo, uno a quién todos debían absoluta obediencia y lealtad, temor y respeto. Sirvientes de la Luz, cuya voluntad no podía ser rechazada. Ella estaba tocando su cabello como una chica locamente enamorada, acariciándolo con sus dedos, dejando que su pulgar le rozara la sien, la pendiente prominente de su mejilla. Tenía la mano sobre su pecho, tocando la fina cobertura de oscuro bello, pensando cómo sería dejar que su dedo siguiera esa sedosa línea, trazando las fibras diagonales de sus angulosos músculos en la misma dirección hasta llegar su cintura.

Sin embargo, no podía evitar asombrarse. ¿Lo habría tocado alguien de esta forma? Él le había dicho que no existían los ángeles femeninos. Seguramente tendría alguien que lo amara. O ¿Los ángeles no compartían el amor con otros? Quizás todo su amor fuera para el Creador, pero había algo tan viril en él, tan…Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando sus pensamientos se desviaron hacia zonas indecentes. Parecía hecho para ese tipo de cosas. ¿Tendría un compañero en el cielo? ¿Qué eran los arco iris, las consumaciones de los ángeles? O quizás eran los destellos de calientes relámpagos o el limpio toque de la lluvia fresca en la primavera. ¿Quién sabía cómo podría manifestarse el amor de los ángeles? Estaba fascinada por las posibilidades.

Excepto por las alas, anatómicamente el ser a su cargo era una gran forma masculina humanoide con músculos muy impresionantes, la mayoría de ellos revelados por la falda de la media túnica a pesar de una superposición de duras correas que parecían de cuero extendidas sobre el tejido, todo el conjunto daba la impresión de ser algún tipo de uniforme, una falda de batalla.

Atreviéndose nuevamente, tocó su boca. Era consciente de la curva de su ala rodeándola, las plumas tocando sus piernas, esa sensación cálida y sensual.

– Mío. – dijo la palabra suavemente, pensando cómo se sentiría si fuera cierto. Quizás, durante este pequeño lapso de tiempo, mientras pudiera alegar el pretexto de que necesitaba descansar para reponer sus fuerzas, podría pretender que lo era. No había nadie alrededor que pudiera ofenderse o reírse de su asombrosa presunción, la ridícula naturaleza de un pensamiento así hasta divertiría. – Mío para siempre. 

Bien sabía que ella nunca tendría a nadie que pudiera llamar suyo, y mucho menos a algo parecido a un ángel. Tía Jude contaba que la tradición afirma que todos teníamos un ángel guardián. Mientras lo decía, acariciaba el pelo a Anna, sonreía y después comentaba, - Creo que el tuyo debe estar muy ocupado.

Quizás esta inesperada atracción y devoción por su parte era un efecto involuntario que la proximidad de los ángeles creada en los seres vivos. Tal vez esa era la razón de que existieran todas esas historias prohibidas. Tenían que mantener a las simples criaturas mortales a una distancia segura. De lo contrario, los ángeles podrían ser acosados por todo tipo de apasionadas criaturas, como las estrellas de rock humanas. Anna ahogó un gruñido.

Muy bien. Ya era suficiente. Su humor se extinguió, sabía que era un esfuerzo de bravuconería, ya qué sólo conocía a una persona que tuviera las habilidades curativas necesarias para ayudas a un ángel. Una vez que hubiera tomado un breve descanso, tendría que enfrentar el terrible hecho de que debía ser valiente y volver a desafiar al Abismo, sola, intentando desandar sus pasos y encontrar a la bruja del mar.

Solo Mina podría ayudarlo.

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