Aquí llega una nueva entrega de la historia de Tohr. Este capítulo nos habla de No'One y ya comienza a haber una cierta tensión entre ella y Tohr.
Como siempre, pido disculpas por los posibles errores de traducción.
¡¡Espero que os guste!!
DIEZ
– Yo lo haré.
Cuando No’One habló, el grupo de
doggens tras el que se había colado con disimulo, se dio la vuelta como una
bandada de pájaros, todos a la vez. En su modesta sala de personal, había
machos y hembras ambos mezclados entre el grupo allí reunido, cada uno vestidos adecuadamente para
su función ya fuera como cocinero o limpiador, panadero o mayordomo. Los había
encontrado cuando daba un paseo para entretenerse, y decidió aprovechar la
oportunidad.
El que estaba al mando, Fritz
Perlmutter, parecía estar a punto de desmayarse. Por otra parte, había sido el
doggen de su padre hace muchísimos años, y ya entonces tuvieron sus particulares
desacuerdos sobre su propia definición de un papel servil. – Mi buena señora…
– No’One. Mi nombre ahora es No’One.
Por favor dirigíos a mí así y solo así. Y como ya he dicho, yo me encargaré de
la lavadora del centro de formación.
Dondequiera que eso estuviera.
De hecho, anoche ese vestido había
sido una especie de bendición, la tarea la mantuvo ocupada y le dio un
entretenimiento con el que pasar las horas con presteza. Por una vez había sido
la misma que en el Otro Lado, su labor manual era la única cosa que la calmaba
y le daba sentido a su existencia.
¡Cómo había echado de menos el tener
un propósito!.
Porque en realidad, había vuelto
allí para servir a Payne, pero la hembra no quería saber nada de eso. Había
vuelto allí para tratar de conectar con su hija, pero la hembra estaba recién
apareada, con las típicas distracciones que eso conllevaba. Y había vuelto allí
en busca de algún tipo de paz, sólo para volverse loca por culpa de estar sin
hacer nada desde que llegó.
O eso creía antes de su encuentro
con Tohrment esa misma madrugada.
Aunque, al menos había aceptado el
vestido, Ya no estaba donde lo había colgado cuando él había contestado a su
llamada con tan brusca…
De repente, observó que le mayordomo
la miraba expectante, como si hubiera dicho algo que requiriera una respuesta.
– Por favor, acompáñeme allí abajo,
– dijo, – y me muestra lo que debo hacer.
Dada la forma en que su viejo y
arrugado rostro descendió aún más, dedujo que no era la respuesta que había
estado esperando. – Señora…
– No’One. Y usted, o uno de su
personal, puede mostrármelo ahora.
Todos los componentes de la reunión
parecían preocupados, como si los posibles rumores sobre la caída del cielo de
repente se hubieran convertido en realidad.
– Gracias, – le dijo al mayordomo. –
Por su ayuda.
Fue evidente cuando reconoció que no
iba a ganar, el doggen bajó la cabeza. – Pero por supuesto que lo haré, señ…
Ah, No… Er…
Cuando se dio cuenta de que no podía
evitar decir su propio nombre, como si el titulo apropiado de “señora” necesitara abrirse camino por su tráquea, se
apiadó de él.
– Eres de gran ayuda, - murmuró. –
Ahora, guíame.
Después de despedir a los otros, la
condujo fuera de la sala de personal, a través de la cocina, y entraron en el
vestíbulo gracias a otra nueva puerta que no conocía. A medida que avanzaban,
recordaba su propia juventud, la hija orgullosa de un linaje adinerado que se
había negado a cortarse su propia carne, o cepillarse su propio cabello, o
vestirse por sí misma. Qué desperdicio. Por lo menos ahora que no era nadie y
no tenía nada, sabía cómo pasar las horas de un modo significativo: trabajando.
El trabajo era la clave.
– Nosotros pasamos por aquí, –
declaró el mayordomo mientras sostenía la gran puerta escondida debajo de la
gran escalinata. – Permítame proporcionarle los códigos.
– Gracias, – respondió ella,
memorizándolos.
A medida que seguía al doggen por el
largo y delgado tubo de un túnel subterráneo, pensaba, sí, si iba a quedarse en este lado, necesitaba mantenerse ocupada con algún
tipo de tarea, aunque ofendiera al doggen, a la Hermandad, a las shellans…
Mejor eso que estar encerrada en sus propios pensamientos.
Salieron del túnel por el pasadizo
de detrás de un armario y entraron a una pequeña habitación que tenía un
escritorio, armarios de metal y una puerta de vidrio.
El doggen se aclaró la garganta. –
Este es el centro médico y de formación. Tenemos aulas, un gimnasio,
vestuarios, una sala de pesas, áreas de terapia física y una piscina, así como
muchas otras comodidades. Hay personal que cuida de la limpieza a fondo de cada sección – esto lo dijo con severidad,
como si no le importara que ella fuera la invitada del rey; que ella limpiara
no entraba dentro de sus planes – pero el doggen que se encargaba de la
lavandería debe reposar en cama, ya que es una doggen un poco torpe y no es
bueno que permanezca de pié. Por favor, es por aquí.
Mientras sostenía abierta la puerta
de cristal, salieron al pasillo y se dirigieron a una habitación con doble
puerta que estaba equipada de forma idéntica a la lavandería que había usado la
noche anterior en la casa principal. Durante los siguientes veinte minutos,
recibió una clase rápida sobre cómo funcionaban las máquinas, y luego el mayordomo
revisó con ella un mapa de las instalaciones para que supiera dónde recoger los
contenedores y dónde volver a colocar lo que hubiera lavado.
Y luego, tras un silencio incómodo y
un rígido adiós, se encontró felizmente sola.
De pie en medio de la lavandería, rodeada
de lavadoras, secadoras y tablas de planchar plegables, cerró los ojos y
respiró hondo.
Ah, la encantadora soledad, y el
afortunado peso sobre sus hombros de un deber que realizar. Durante las
próximas seis horas, no pensaría en nada más que en toallas blancas y sábanas:
ir a buscarlas, meterlas en la lavadora, doblarlas, volverlas a colocar en su
lugar.
Aquí no había cabida para el pasado
o sus lamentaciones. Sólo el trabajo.
Cogió un cubo con ruedas, se llevó el
recipiente de tela azul al pasillo y empezó a realizar sus rondas, comenzando
por la clínica y volviendo a la lavandería cuando tuviera lleno el carrito.
Después de poner la primera carga en el profundo vientre de la lavadora, volvió
a salir, entrando en el vestuario a la búsqueda de una montaña de blanco. Le
hicieron falta dos viajes para poder acarrear con todas esas toallas, e hizo un
montón con ellas en el centro de la lavandería, al lado del desagüe en el suelo
de cemento gris.
Su última parada la llevó muy lejos
a la izquierda, descendiendo todo el camino del pasillo hasta llegar a la
piscina. A medida que avanzaba, las ruedas de su carrito chirriaban un poco, y
arrastraba sus pasos de manera desigual, mantener agarrado el borde del
recipiente le aportaba un poco de estabilidad y la ayudaba a ir más rápido.
Cuando oyó la música que procedía de
la zona de la piscina, comenzó a ralentizar el paso hasta que, finalmente, se
detuvo.
Las estridentes notas y voces no
tenían ningún sentido ya que todos los miembros de la Hermandad y sus shellans
se habían ido durante la noche. ¿Y si alguien se había dejado la música después
de pasar un rato nadando?
Abriéndose paso por una pequeña
antesala de baldosas con mosaicos de hombres atléticos, fue golpeada por una
onda de calor y humedad tan fuerte, que fue como si se hubiera chocado contra
una cortina de terciopelo. Y por todas partes, había un extraño olor a producto
químico en el aire, uno que la hacía preguntarse con qué trataban el agua – en
el Otro Lado, todo se mantenía permanentemente fresco y limpio, pero sabía que
eso no pasaba en la tierra.
Dejando el carrito esperando en el
vestíbulo, caminó adelante hacia un espacio vasto y cavernoso. Tendiendo la
mano, tocó las baldosas calientes de la pared, pasando los dedos sobre los cielos azules
y los ondulantes campos verdes, pero omitiendo a cualquiera de los hombres
desnudos, armados con arcos, luchando con espadas o en postura de carrera.
Le encantaba el agua. La tendencia
que tenía a hacerte flotar, el alivio de los dolores de su pierna mala, la
sensación de breve libertad…
– Oh… mi… – se quedó sin aliento
cuando dobló la esquina.
La piscina era cuatro veces el tamaño del baño
más grande en el Otro Lado, y su agua era de un brillante color azul pálido –
probablemente debido a los azulejos que formaban su profundo fondo. Líneas
negras la recorrían a lo largo, indicando los carriles, y había números debajo
de pedestales de piedra, indicando claramente la profundidad. Arriba, el techo
era abovedado y cubierto de más mosaicos, y habían bancos contra las paredes,
ofreciendo lugares para sentarse. Resonando alrededor, la música era más
fuerte, pero no demasiado, y la triste melodía poseía una resonancia agradable.
Dado que estaba sola, no pudo
resistirse a acercarse y probar la temperatura con el pie descalzo.
Tentador. Tantísimamente tentador.
Pero en lugar de ceder, retomó sus tareas, volvió a su carrito, acercándolo hasta una larga cesta de mimbre, y
luego pasó de una al otro la cantidad de su peso corporal en toallas húmedas.
Cuando se dio la vuelta para irse,
hizo una pausa y dirigió la mirada de nuevo hacia el agua.
No era posible que la primera ronda de sábanas
hubiera terminado su ciclo de lavado. Tenía por lo menos cuarenta y cinco
minutos para que acabara de acuerdo a lo que indicaba la máquina.
Comprobó el reloj que estaba colgado
en la pared.
Sólo se entretendría unos minutos en
la piscina, decidió. Podría utilizar el alivio para mitigar el dolor en la
parte inferior de su cuerpo, y no había nada que pudiera hacer en relación con su
trabajo para la próxima media hora.
Cogiendo una de las limpias y
plegadas toallas, verificó nuevamente la antesala. Fue más lejos y echó un
vistazo al corredor.
No había nadie por allí. Y ahora era
el momento perfecto para hacerlo – el personal se estaría concentrando en
limpiar el segundo piso de la mansión, ya que tenían que acabar el trabajo
entre la Primera y la Última Comida. Y no había nadie en la clínica recibiendo
tratamiento, al menos por el momento.
Tenía que hacerlo rápido.
Volvió cojeando hasta la parte menos
profunda, se desabrochó la bata y se quitó la capucha, dejando caer su toga por
su cuerpo. Tras una breve vacilación, también se quitó el fino forro – la
próxima vez tendría que acordarse de traer otro con ella si quería volver a
hacerlo. Lo mejor era que mantuviera el pudor.
Cuando doblaba sus cosas,
deliberadamente miró hacia su pantorrilla torcida, observando como las redondas
cicatrices formaban el feo relieve de un mapa de montañas y valles en su carne.
Hubo una vez, en que la pierna le
había funcionado perfectamente y había sido tan hermosa que muchos artistas
podrían haberla dibujado. Ahora era un símbolo de quién y qué era, un
recordatorio de una caída desde la gracia que
la había hecho una persona de menor importancia… y, con el tiempo, una
mejor.
Afortunadamente, había una
barandilla de cromo por las escaleras, y la agarró para equilibrarse mientras
poco a poco entraba en el agua tibia. Tras el descenso, recordó la trenza y
enrolló la gruesa longitud una y otra vez alrededor de la parte superior de la
cabeza, metiendo el extremo suelto de manera que el moño se mantuviera en su
lugar.
Y después… se deslizó.
Cerrando los ojos en éxtasis, se
entregó a la ingravidez, el agua era una brisa templada flotando a través de su
carne, su cuerpo manteniéndose suavemente sobre la palma tranquila de la
piscina. Mientras braceaba hacia el centro, desechó su decisión de no mojarse
el pelo, y rodó sobre su espalda, braceando con las manos en círculos para
mantenerse a flote.
Por un breve instante, se permitió
sentir algo, abriendo la puerta a sus sentidos.
Y era… bueno.
***
Olvidado en la mansión por esa
noche, Tohr estaba fuera de rotación, atascado en el interior y con resaca: un
mal humor trifecto si alguna vez se hubiera visto uno.
La buena noticia era que como la
mayoría de la gente se había marchado o estaba a lo suyo, no tenía por qué
infligir su toxicidad a nadie más.
Con ese pensamiento, se dirigió
hacia el centro de formación, vestido nada más que su traje de baño. Después de
oír que la mayoría de las resacas eran causadas por deshidratación, había
decidido no sólo ir a la piscina y sumergirse… sino que además llevaba un
refresco. Y eso era saludable, ¿no?.
¿Qué había cogido? Oh, bueno, vodka…
a él le gustaba solo, y hey, se parecía al agua.
Haciendo una pausa en el túnel,
bebió un poco del Goose de V, y tragó…
Mierda. El sonido de la shitkicker de John
contra el suelo, como el tañido de una campana dejada de la mano de Dios, era
algo que nunca podría olvidar. Al igual que los dedos del chico apuntándolo.
Era hora de otro trago…. y hey, ¿qué
tal otro más?
Cuando reanudó su marcha hacia lo
que probablemente iba a ser una fiesta del ahogado, reconoció que era un cliché
andante: Había visto a sus hermanos de esta forma de vez en cuando, zigzagueando
por allí con el pensamiento agrio y difuso, una mala actitud, y una botella de
zumo demoledor introducida en sus palmas. En el pasado, antes de que le
hubieran arrebatado a Wellsie, nunca había entendido los porqués.
¿Ahora? Duh.
Hacía lo que tenía que hacer para
conseguir pasar las horas. Y las noches en las cuales no podía salir a luchar
eran las peores – a menos que, por supuesto, te enfrentaras contra todo el
brillo intenso del día sin salir. Eso era aún más miserable.
Cuando salió de la oficina y se
concentró en la piscina, se alegró de no tener que fingir la expresión de su
rostro, o vigilar su lenguaje, o enfriar su temperamento.
Empujando la puerta de la antesala,
su presión sanguínea era inferior a esa ola cálida y acogedora de humead que lo
alcanzó. La música también ayudó: Saliendo del sistema de sonido, U2 llenaba el
aire, la vieja escuela TheJoshuaTree resonando por todos lados.
Su primera pista de que había algo
raro fue la pila de trapos en la parte menos profunda. Y tal vez si no hubiera
estado dándole al licor, podría haber sumado dos y dos antes de que…
Flotando en el centro de la piscina,
una mujer estaba boca arriba sobre la superficie del agua, sus pechos desnudos
brillaban, sus pezones apretados en el aire caliente, la cabeza echada hacia
atrás.
– Joder.
Era difícil saber que fue lo que
hizo más ruido: su J-bomba o la botella de Goose golpeando el suelo de
baldosas… o las salpicaduras nerviosas en el medio de la piscina mientras
No’One se levantaba rápidamente y balbuceaba, cubriéndose mientras trataba de
mantener la cabeza fuera del agua.
Tohr se dio la vuelta y puso sus
manos sobre los ojos…
En el giro, los vidrios rotos le
cortaron el talón de su pie descalzo, el dolor lo hizo perder el equilibrio – eso no necesitó ninguna ayuda para que pasara, gracias a que tenía la cabeza embotada
con el vodka. Estirando una mano, intentó levantarse del suelo de azulejos – y
terminó rebanándose también la palma de su mano derecha.
– ¡Jodido infierno!, – gritó,
apartándose de los fragmentos.
Mientras él rodaba sobre su espalda,
No’One correteó fuera del agua y colocó su bata alrededor de su cuerpo desnudo,
esa larga trenza balanceándose libre mientras tiraba de su capucha para
colocarla en su lugar.
Con otra maldición, Torh levantó su
palma para comprobar la lesión. Grande. Justo en el centro de la mano con la
que manejaba la daga, dos pulgadas de largo, y la perra tenía un par de
milímetros de profundidad.
Sólo Dios sabía lo que llevaría en
el pie.
– No sabía que estabas aquí, - dijo
sin mirar hacia arriba o hacia ella. – Lo siento.
Por el rabillo del ojo, alcanzó a
ver una imagen de No’One acercándose, sus pies descalzos apareciendo bajo el
ruedo de su túnica.
– No te acerques más, – le espetó. –
Hay vidrios por todas partes.
– Volveré ahora mismo.
– Bien, - murmuró, mientras se
acercaba el pie para echarle un vistazo.
Fantástico – largo. Más profundo.
Sangrando más. Y todavía tenía un trozo de la botella clavado.
Con un gruñido, sujetó el pequeño
triángulo de cristal y tiró de él. Su sangre sobre el fragmento era roja como
un rubor, y giró la pieza de lado a lado, mirando el juego de luces que lo
atravesaba.
– ¿Creo que necesitas cirugía?
Tohr miró a Manny Manello, MD,
cirujano humano, hellren apareado con el doble de V. El tío había llegado con
un botiquín de primeros auxilios, así como su característica actitud de
yo-paso-del-mundo.
¿Qué pasaba con los cirujanos? Eran
casi tan malos como los guerreros. O los reyes.
El humano se agachó a su lado. –
Estas perdiendo sangre.
– No jodas.
Justo cuando estaba preguntándose
donde estaba No’One, la hembra llegó con una escoba, un cubo de basura con
ruedas, y un recogedor. Sin mirarle a él o al humano, comenzó a barrer con
cuidado.
Por lo menos se había puesto los
zapatos.
Jesucristo… de verdad la había visto
jodidamente desnuda.
Mientras Manello pinchaba y limpiaba
la mano lesionada y después, cuando comenzó a entumecerse, la cosía, Tohr
observaba a la hembra por el rabillo del ojo – no la miraba directamente.
Especialmente después de…
Jesús… como, realmente estaba jodidamente
desnuda.
Bueno, es hora de dejar de pensar en
eso.
Centrándose en su cojera, se dio
cuenta de que era muy pronunciada, y se preguntó si se habría hecho daño en esa
alocada carrera por salir de la piscina y ponerse la ropa.
Él había visto su desesperación
antes. Pero sólo una vez…
Fue la noche que la había salvado de
ese symphath.
Él mató al hijo de puta. Disparando al secuestrador directamente en la cabeza, haciéndole caer como si fuera una
piedra. Después, Darius y él la habían hecho subir a un carro y se dirigieron
hacia la casa de su familia. El plan era que volviera con ellos. Llevarla con
los de su sangre. Entregarla a aquellos que, con toda probabilidad, deberían
ayudarla a recuperarse.
Excepto que, cuando llegaron cerca
de esa mansión señorial, ella salió corriendo del carro a pesar de que los
caballos iban galopando. Y él nunca olvidaría la imagen de ella en ese camisón
blanco, rápida como un rayo a través del campo, corriendo como si estuviera
siendo perseguida aunque su cautiverio ya hubiera terminado.
Ella sabía que estaba embarazada.
Ese era el por qué de su huida.
También fue entonces cuando sufrió
su cojera.
Ese fue su único intento de escapar.
Bueno, hasta aquel después del nacimiento, el cual tenía planeando.
Dios… había estado nervioso a su
alrededor durante los meses en que habían permanecido juntos y con Darius. Él
no tenía ninguna experiencia con las hembras de valía: Sí, claro, había crecido
alrededor de ellas mientras estuvo con su madre, pero eso fue como un niño,
como un pretrans. En el mismo instante en que pasó por su transición, lo habían
arrancado de su casa y arrojado al pozo de o-nadas-o-te-hundes del campamento
de entrenamiento del Sanguinario – donde estuvo demasiado ocupado intentando
mantenerse con vida para preocuparse por las putas.
En ese momento ni siquiera conocía a Wellsie
en persona. Su compromiso con ella había sido un mandato que su madre le había
impuesto cuando tenía veinticinco años, antes incluso de que ella hubiera
nacido…
Con una sacudida, silbó, y Manello levantó la vista de la aguja y el hilo. – Lo siento. ¿Quieres más lidocaína?
Con una sacudida, silbó, y Manello levantó la vista de la aguja y el hilo. – Lo siento. ¿Quieres más lidocaína?
– Estoy bien.
La capucha de No’One cambió de
posición bruscamente cuando levantó la mirada. Después de un momento, retomó su
trabajo con la escoba.
Tal vez era por consecuencia del
maldito alcohol, pero de repente no le importaba una mierda el seguir
fingiendo. Se permitió mirar directamente a la hembra mientras el buen doctor
terminaba con la palma de su mano.
– ¿Sabes?, voy a tener que dejarte
una muleta, – murmuró Manello.
– Si me dice lo que necesita, – dijo No’One en voz baja, – se lo traeré para usted.
– Perfecto. Vaya a la sala de
equipamiento al otro lado del gimnasio. En la habitación PT, encontrará la…
Mientras hombre le daba
instrucciones, No’One asentía con la cabeza, su capucha se moviéndose arriba y
abajo. Por alguna razón, Tohr trató de imaginar su rostro, pero era confuso. No
había visto bien su rostro en siglos – ese breve flash de hacía un momento no
contaba, ya que la había visto desde la distancia. Y cuando se apareció ante
Xhex y él, antes de la ceremonia de apareamiento, se quedó demasiado impresionado
como para prestarle toda la atención.
Pero era rubia; lo sabía. Y siempre
le había gustado permanecer en las sombras – o por lo menos, eso buscaba en la cabaña de Darius. En aquel
entonces, tampoco quería ser vista.
– De acuerdo, esta perfecto, - dijo
Manello mientras inspeccionaba su trabajo. – Voy a terminar con esto y pasaré a
lo siguiente.
No’One regresó justo cuando el
cirujano estaba colocando el final de la gasa en su lugar.
– Puedes mirar si quieres.
Tohr frunció el ceño hasta que
comprendió que Manello se estaba dirigiendo a No’One. La hembra estaba
aupándose para mirar, y seguro que si su capucha fuera una cara con
expresiones, él podría asegurar que estaba preocupada.
– Sin embargo, sólo te haré una
advertencia. – Manello se movió hacia abajo. – Esto es peor que la mano… pero
la palma es más importante, porque es lo que utiliza para luchar.
Cuando No’One vaciló, Tohr se
encogió de hombros. – Puedes mirar todo lo que quieras, siempre que tu estómago
lo resista.
Ella lo rodeó y se colocó detrás del
doctor, cruzando los brazos dentro de las mangas de la túnica por lo que
parecía una especie de estatua religiosa. Excepto que ella estaba muy viva:
Cuando hizo una mueca de dolor mientras la aguja le pinchaba con la anestesia,
ella se mostró como si se lo estuvieran haciendo a ella.
Parecía que el hecho de que sufriera
la afectaba.
Tohr apartó los ojos mientras duró
el proceso.
– Muy bien, ya está, - dijo Manello
un rato después. – Y antes de que me lo preguntes, te diré que “sí,
probablemente”. Teniendo en cuenta la rapidez con que sanáis, deberías estar
bien para salir mañana por la noche. Por la gran puta, sois como coches…
recibís una paliza, entráis en una tienda de recambios, y sin daros cuenta,
estáis de vuelta en el camino. Los seres humanos necesitan un tiempo
condenadamente largo para conseguir reponerse.
Uh-huh, cierto. Tohr no estaba listo
para entrar en territorio Dodge Ram. El agotamiento que estaba arrastrando con
él significaba que necesitaba alimentarse – y que esas lesiones relativamente
sin importancia, podrían necesitar algo más de tiempo para conseguir curarse
por si mismas.
Aparte de esa única sesión con
Selena, no había tomado de una vena desde…
Nope. No iba a ir por ahí. No había
necesidad de abrir esa puerta.
– No tienes permitido caminar sobre
ese pie, – ordenó el cirujano mientras se quitaba los guantes. – Por lo menos
hasta el amanecer. Y nada de nadar.
– No hay problema. – Especialmente
en lo segundo. Después de lo que acababa de ver flotando en el medio de la
maldita cosa, puede que nunca volviera a ir a la piscina. A ninguna piscina, si viene al caso.
La única cosa que salvaba el haberla
sorprendido de ser un completo desastre era el hecho de que no había nada
sexual de su parte. Sí, se había sorprendido, pero eso no significaba que
quisiera…. ya sabes, follarla o alguna mierda por el estilo.
– Una pregunta, – dijo el doctor
mientras se levantaba y le tendía la mano.
Tohr aceptó la palma de la mano y se
sorprendió un poco al encontrarse levantado firmemente sobre sus pies.
– ¿Qué?
– ¿Cómo sucedió?
Tohr miró a No’One – la cual desvió
la mirada rápidamente, volviendo todo su cuerpo en la dirección opuesta.
– La botella se resbaló de mi mano, –
murmuró Tohr.
– Ah, bien… los accidentes ocurren.
– Sugirió el tío en tono de “si seguro” no creyendo la mierda ni por un
segundo. – Si me necesitas, llámame. Estaré en la clínica durante el resto de
la noche.
– Gracias, hombre.
– Sí, vale.
Y entonces… No’One y él se quedaron
solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario