04 junio 2012

Capítulo Diez de "Amante Renacido" (Lover Reborn) - J.R. Ward

¡¡Hola Chicos y Chicas!!

Aquí llega una nueva entrega de la historia de Tohr. Este capítulo nos habla de No'One y ya comienza a haber una cierta tensión entre ella y Tohr.

Como siempre, pido disculpas por los posibles errores de traducción.

¡¡Espero que os guste!!









DIEZ

– Yo lo haré.

Cuando No’One habló, el grupo de doggens tras el que se había colado con disimulo, se dio la vuelta como una bandada de pájaros, todos a la vez. En su modesta sala de personal, había machos y hembras ambos mezclados entre el grupo allí reunido, cada uno vestidos adecuadamente para su función ya fuera como cocinero o limpiador, panadero o mayordomo. Los había encontrado cuando daba un paseo para entretenerse, y decidió aprovechar la oportunidad.

El que estaba al mando, Fritz Perlmutter, parecía estar a punto de desmayarse. Por otra parte, había sido el doggen de su padre hace muchísimos años, y ya entonces tuvieron sus particulares desacuerdos sobre su propia definición de un papel servil. – Mi buena señora…

– No’One. Mi nombre ahora es No’One. Por favor dirigíos a mí así y solo así. Y como ya he dicho, yo me encargaré de la lavadora del centro de formación.

Dondequiera que eso estuviera.

De hecho, anoche ese vestido había sido una especie de bendición, la tarea la mantuvo ocupada y le dio un entretenimiento con el que pasar las horas con presteza. Por una vez había sido la misma que en el Otro Lado, su labor manual era la única cosa que la calmaba y le daba sentido a su existencia.

¡Cómo había echado de menos el tener un propósito!.

Porque en realidad, había vuelto allí para servir a Payne, pero la hembra no quería saber nada de eso. Había vuelto allí para tratar de conectar con su hija, pero la hembra estaba recién apareada, con las típicas distracciones que eso conllevaba. Y había vuelto allí en busca de algún tipo de paz, sólo para volverse loca por culpa de estar sin hacer nada desde que llegó.

O eso creía antes de su encuentro con Tohrment esa misma madrugada.

Aunque, al menos había aceptado el vestido, Ya no estaba donde lo había colgado cuando él había contestado a su llamada con tan brusca…

De repente, observó que le mayordomo la miraba expectante, como si hubiera dicho algo que requiriera una respuesta.

– Por favor, acompáñeme allí abajo, – dijo, – y me muestra lo que debo hacer.

Dada la forma en que su viejo y arrugado rostro descendió aún más, dedujo que no era la respuesta que había estado esperando. – Señora…

– No’One. Y usted, o uno de su personal, puede mostrármelo ahora.

Todos los componentes de la reunión parecían preocupados, como si los posibles rumores sobre la caída del cielo de repente se hubieran convertido en realidad.

– Gracias, – le dijo al mayordomo. – Por su ayuda.

Fue evidente cuando reconoció que no iba a ganar, el doggen bajó la cabeza. – Pero por supuesto que lo haré, señ… Ah, No… Er…

Cuando se dio cuenta de que no podía evitar decir su propio nombre, como si el titulo apropiado de “señora”  necesitara abrirse camino por su tráquea, se apiadó de él.

– Eres de gran ayuda, - murmuró. – Ahora, guíame.

Después de despedir a los otros, la condujo fuera de la sala de personal, a través de la cocina, y entraron en el vestíbulo gracias a otra nueva puerta que no conocía. A medida que avanzaban, recordaba su propia juventud, la hija orgullosa de un linaje adinerado que se había negado a cortarse su propia carne, o cepillarse su propio cabello, o vestirse por sí misma. Qué desperdicio. Por lo menos ahora que no era nadie y no tenía nada, sabía cómo pasar las horas de un modo significativo: trabajando. El trabajo era la clave.

– Nosotros pasamos por aquí, – declaró el mayordomo mientras sostenía la gran puerta escondida debajo de la gran escalinata. – Permítame proporcionarle los códigos.

– Gracias, – respondió ella, memorizándolos.

A medida que seguía al doggen por el largo y delgado tubo de un túnel subterráneo, pensaba, sí, si iba a quedarse en este lado, necesitaba mantenerse ocupada con algún tipo de tarea, aunque ofendiera al doggen, a la Hermandad, a las shellans… Mejor eso que estar encerrada en sus propios pensamientos.

Salieron del túnel por el pasadizo de detrás de un armario y entraron a una pequeña habitación que tenía un escritorio, armarios de metal y una puerta de vidrio.

El doggen se aclaró la garganta. – Este es el centro médico y de formación. Tenemos aulas, un gimnasio, vestuarios, una sala de pesas, áreas de terapia física y una piscina, así como muchas otras comodidades. Hay personal que cuida de la limpieza a fondo  de cada sección – esto lo dijo con severidad, como si no le importara que ella fuera la invitada del rey; que ella limpiara no entraba dentro de sus planes – pero el doggen que se encargaba de la lavandería debe reposar en cama, ya que es una doggen un poco torpe y no es bueno que permanezca de pié. Por favor, es por aquí.

Mientras sostenía abierta la puerta de cristal, salieron al pasillo y se dirigieron a una habitación con doble puerta que estaba equipada de forma idéntica a la lavandería que había usado la noche anterior en la casa principal. Durante los siguientes veinte minutos, recibió una clase rápida sobre cómo funcionaban las máquinas, y luego el mayordomo revisó con ella un mapa de las instalaciones para que supiera dónde recoger los contenedores y dónde volver a colocar lo que hubiera lavado.

Y luego, tras un silencio incómodo y un rígido adiós, se encontró felizmente sola.

De pie en medio de la lavandería, rodeada de lavadoras, secadoras y tablas de planchar plegables, cerró los ojos y respiró hondo.

Ah, la encantadora soledad, y el afortunado peso sobre sus hombros de un deber que realizar. Durante las próximas seis horas, no pensaría en nada más que en toallas blancas y sábanas: ir a buscarlas, meterlas en la lavadora, doblarlas, volverlas a colocar en su lugar.

Aquí no había cabida para el pasado o sus lamentaciones. Sólo el trabajo.

 Cogió un cubo con ruedas, se llevó el recipiente de tela azul al pasillo y empezó a realizar sus rondas, comenzando por la clínica y volviendo a la lavandería cuando tuviera lleno el carrito. Después de poner la primera carga en el profundo vientre de la lavadora, volvió a salir, entrando en el vestuario a la búsqueda de una montaña de blanco. Le hicieron falta dos viajes para poder acarrear con todas esas toallas, e hizo un montón con ellas en el centro de la lavandería, al lado del desagüe en el suelo de cemento gris.

Su última parada la llevó muy lejos a la izquierda, descendiendo todo el camino del pasillo hasta llegar a la piscina. A medida que avanzaba, las ruedas de su carrito chirriaban un poco, y arrastraba sus pasos de manera desigual, mantener agarrado el borde del recipiente le aportaba un poco de estabilidad y la  ayudaba a ir más rápido.
Cuando oyó la música que procedía de la zona de la piscina, comenzó a ralentizar el paso hasta que, finalmente, se detuvo.

Las estridentes notas y voces no tenían ningún sentido ya que todos los miembros de la Hermandad y sus shellans se habían ido durante la noche. ¿Y si alguien se había dejado la música después de pasar un rato nadando?

Abriéndose paso por una pequeña antesala de baldosas con mosaicos de hombres atléticos, fue golpeada por una onda de calor y humedad tan fuerte, que fue como si se hubiera chocado contra una cortina de terciopelo. Y por todas partes, había un extraño olor a producto químico en el aire, uno que la hacía preguntarse con qué trataban el agua – en el Otro Lado, todo se mantenía permanentemente fresco y limpio, pero sabía que eso no pasaba en la tierra.

Dejando el carrito esperando en el vestíbulo, caminó adelante hacia un espacio vasto y cavernoso. Tendiendo la mano, tocó las baldosas calientes de la pared, pasando los dedos sobre los cielos azules y los ondulantes campos verdes, pero omitiendo a cualquiera de los hombres desnudos, armados con arcos, luchando con espadas o en postura de carrera.

Le encantaba el agua. La tendencia que tenía a hacerte flotar, el alivio de los dolores de su pierna mala, la sensación de breve libertad…

– Oh… mi… – se quedó sin aliento cuando dobló la esquina.

 La piscina era cuatro veces el tamaño del baño más grande en el Otro Lado, y su agua era de un brillante color azul pálido – probablemente debido a los azulejos que formaban su profundo fondo. Líneas negras la recorrían a lo largo, indicando los carriles, y había números debajo de pedestales de piedra, indicando claramente la profundidad. Arriba, el techo era abovedado y cubierto de más mosaicos, y habían bancos contra las paredes, ofreciendo lugares para sentarse. Resonando alrededor, la música era más fuerte, pero no demasiado, y la triste melodía poseía una resonancia agradable.

Dado que estaba sola, no pudo resistirse a acercarse y probar la temperatura con el pie descalzo.

Tentador. Tantísimamente tentador.

Pero en lugar de ceder, retomó sus tareas, volvió a su carrito, acercándolo hasta una larga cesta de mimbre, y luego pasó de una al otro la cantidad de su peso corporal en toallas húmedas.

Cuando se dio la vuelta para irse, hizo una pausa y dirigió la mirada de nuevo hacia el agua.

 No era posible que la primera ronda de sábanas hubiera terminado su ciclo de lavado. Tenía por lo menos cuarenta y cinco minutos para que acabara de acuerdo a lo que indicaba la máquina.

Comprobó el reloj que estaba colgado en la pared.

Sólo se entretendría unos minutos en la piscina, decidió. Podría utilizar el alivio para mitigar el dolor en la parte inferior de su cuerpo, y no había nada que pudiera hacer en relación con su trabajo para la próxima media hora.

Cogiendo una de las limpias y plegadas toallas, verificó nuevamente la antesala. Fue más lejos y echó un vistazo al corredor.

No había nadie por allí. Y ahora era el momento perfecto para hacerlo – el personal se estaría concentrando en limpiar el segundo piso de la mansión, ya que tenían que acabar el trabajo entre la Primera y la Última Comida. Y no había nadie en la clínica recibiendo tratamiento, al menos por el momento.

Tenía que hacerlo rápido.

Volvió cojeando hasta la parte menos profunda, se desabrochó la bata y se quitó la capucha, dejando caer su toga por su cuerpo. Tras una breve vacilación, también se quitó el fino forro – la próxima vez tendría que acordarse de traer otro con ella si quería volver a hacerlo. Lo mejor era que mantuviera el pudor.

Cuando doblaba sus cosas, deliberadamente miró hacia su pantorrilla torcida, observando como las redondas cicatrices formaban el feo relieve de un mapa de montañas y valles en su carne.

Hubo una vez, en que la pierna le había funcionado perfectamente y había sido tan hermosa que muchos artistas podrían haberla dibujado. Ahora era un símbolo de quién y qué era, un recordatorio de una caída desde la gracia que  la había hecho una persona de menor importancia… y, con el tiempo, una mejor.

Afortunadamente, había una barandilla de cromo por las escaleras, y la agarró para equilibrarse mientras poco a poco entraba en el agua tibia. Tras el descenso, recordó la trenza y enrolló la gruesa longitud una y otra vez alrededor de la parte superior de la cabeza, metiendo el extremo suelto de manera que el moño se mantuviera en su lugar.

Y después… se deslizó.

Cerrando los ojos en éxtasis, se entregó a la ingravidez, el agua era una brisa templada flotando a través de su carne, su cuerpo manteniéndose suavemente sobre la palma tranquila de la piscina. Mientras braceaba hacia el centro, desechó su decisión de no mojarse el pelo, y rodó sobre su espalda, braceando con las manos en círculos para mantenerse a flote.

Por un breve instante, se permitió sentir algo, abriendo la puerta a sus sentidos.

Y era… bueno.

***

Olvidado en la mansión por esa noche, Tohr estaba fuera de rotación, atascado en el interior y con resaca: un mal humor trifecto si alguna vez se hubiera visto uno.

La buena noticia era que como la mayoría de la gente se había marchado o estaba a lo suyo, no tenía por qué infligir su toxicidad a nadie más.

Con ese pensamiento, se dirigió hacia el centro de formación, vestido nada más que su traje de baño. Después de oír que la mayoría de las resacas eran causadas por deshidratación, había decidido no sólo ir a la piscina y sumergirse… sino que además llevaba un refresco. Y eso era saludable, ¿no?.

¿Qué había cogido? Oh, bueno, vodka… a él le gustaba solo, y hey, se parecía al agua.

Haciendo una pausa en el túnel, bebió un poco del Goose de V, y tragó…

 Mierda. El sonido de la shitkicker de John contra el suelo, como el tañido de una campana dejada de la mano de Dios, era algo que nunca podría olvidar. Al igual que los dedos del chico apuntándolo.

Era hora de otro trago…. y hey, ¿qué tal otro más?

Cuando reanudó su marcha hacia lo que probablemente iba a ser una fiesta del ahogado, reconoció que era un cliché andante: Había visto a sus hermanos de esta forma de vez en cuando, zigzagueando por allí con el pensamiento agrio y difuso, una mala actitud, y una botella de zumo demoledor introducida en sus palmas. En el pasado, antes de que le hubieran arrebatado a Wellsie, nunca había entendido los porqués.

¿Ahora? Duh.

Hacía lo que tenía que hacer para conseguir pasar las horas. Y las noches en las cuales no podía salir a luchar eran las peores – a menos que, por supuesto, te enfrentaras contra todo el brillo intenso del día sin salir. Eso era aún más miserable.

Cuando salió de la oficina y se concentró en la piscina, se alegró de no tener que fingir la expresión de su rostro, o vigilar su lenguaje, o enfriar su temperamento.

Empujando la puerta de la antesala, su presión sanguínea era inferior a esa ola cálida y acogedora de humead que lo alcanzó. La música también ayudó: Saliendo del sistema de sonido, U2 llenaba el aire, la vieja escuela TheJoshuaTree resonando por todos lados.

Su primera pista de que había algo raro fue la pila de trapos en la parte menos profunda. Y tal vez si no hubiera estado dándole al licor, podría haber sumado dos y dos antes de que…

Flotando en el centro de la piscina, una mujer estaba boca arriba sobre la superficie del agua, sus pechos desnudos brillaban, sus pezones apretados en el aire caliente, la cabeza echada hacia atrás.

– Joder.

Era difícil saber que fue lo que hizo más ruido: su J-bomba o la botella de Goose golpeando el suelo de baldosas… o las salpicaduras nerviosas en el medio de la piscina mientras No’One se levantaba rápidamente y balbuceaba, cubriéndose mientras trataba de mantener la cabeza fuera del agua. 

Tohr se dio la vuelta y puso sus manos sobre los ojos…

En el giro, los vidrios rotos le cortaron el talón de su pie descalzo, el dolor lo hizo perder el equilibrio – eso no necesitó ninguna ayuda para que pasara, gracias a que tenía la cabeza embotada con el vodka. Estirando una mano, intentó levantarse del suelo de azulejos – y terminó rebanándose también la palma de su mano derecha.

– ¡Jodido infierno!, – gritó, apartándose de los fragmentos.

Mientras él rodaba sobre su espalda, No’One correteó fuera del agua y colocó su bata alrededor de su cuerpo desnudo, esa larga trenza balanceándose libre mientras tiraba de su capucha para colocarla en su lugar.

Con otra maldición, Torh levantó su palma para comprobar la lesión. Grande. Justo en el centro de la mano con la que manejaba la daga, dos pulgadas de largo, y la perra tenía un par de milímetros de profundidad.

Sólo Dios sabía lo que llevaría en el pie.

– No sabía que estabas aquí, - dijo sin mirar hacia arriba o hacia ella. – Lo siento.

Por el rabillo del ojo, alcanzó a ver una imagen de No’One acercándose, sus pies descalzos apareciendo bajo el ruedo de su túnica.

– No te acerques más, – le espetó. – Hay vidrios por todas partes.

– Volveré ahora mismo.

– Bien, - murmuró, mientras se acercaba el pie para echarle un vistazo.

Fantástico – largo. Más profundo. Sangrando más. Y todavía tenía un trozo de la botella clavado.

Con un gruñido, sujetó el pequeño triángulo de cristal y tiró de él. Su sangre sobre el fragmento era roja como un rubor, y giró la pieza de lado a lado, mirando el juego de luces que lo atravesaba.

– ¿Creo que necesitas cirugía?

Tohr miró a Manny Manello, MD, cirujano humano, hellren apareado con el doble de V. El tío había llegado con un botiquín de primeros auxilios, así como su característica actitud de yo-paso-del-mundo.

¿Qué pasaba con los cirujanos? Eran casi tan malos como los guerreros. O los reyes.

El humano se agachó a su lado. – Estas perdiendo sangre.

– No jodas.

Justo cuando estaba preguntándose donde estaba No’One, la hembra llegó con una escoba, un cubo de basura con ruedas, y un recogedor. Sin mirarle a él o al humano, comenzó a barrer con cuidado.

Por lo menos se había puesto los zapatos.

Jesucristo… de verdad la había visto jodidamente desnuda.

Mientras Manello pinchaba y limpiaba la mano lesionada y después, cuando comenzó a entumecerse, la cosía, Tohr observaba a la hembra por el rabillo del ojo – no la miraba directamente. Especialmente después de…

Jesús… como, realmente estaba jodidamente desnuda.

Bueno, es hora de dejar de pensar en eso.

Centrándose en su cojera, se dio cuenta de que era muy pronunciada, y se preguntó si se habría hecho daño en esa alocada carrera por salir de la piscina y ponerse la ropa.

Él había visto su desesperación antes. Pero sólo una vez…

Fue la noche que la había salvado de ese symphath.

Él mató al hijo de puta. Disparando al secuestrador directamente en la cabeza, haciéndole caer como si fuera una piedra. Después, Darius y él la habían hecho subir a un carro y se dirigieron hacia la casa de su familia. El plan era que volviera con ellos. Llevarla con los de su sangre. Entregarla a aquellos que, con toda probabilidad, deberían ayudarla a recuperarse.

Excepto que, cuando llegaron cerca de esa mansión señorial, ella salió corriendo del carro a pesar de que los caballos iban galopando. Y él nunca olvidaría la imagen de ella en ese camisón blanco, rápida como un rayo a través del campo, corriendo como si estuviera siendo perseguida aunque su cautiverio ya hubiera terminado.

Ella sabía que estaba embarazada. Ese era el por qué de su huida.

También fue entonces cuando sufrió su cojera.

Ese fue su único intento de escapar. Bueno, hasta aquel después del nacimiento, el cual tenía planeando.

Dios… había estado nervioso a su alrededor durante los meses en que habían permanecido juntos y con Darius. Él no tenía ninguna experiencia con las hembras de valía: Sí, claro, había crecido alrededor de ellas mientras estuvo con su madre, pero eso fue como un niño, como un pretrans. En el mismo instante en que pasó por su transición, lo habían arrancado de su casa y arrojado al pozo de o-nadas-o-te-hundes del campamento de entrenamiento del Sanguinario – donde estuvo demasiado ocupado intentando mantenerse con vida para preocuparse por las putas.

En ese momento ni siquiera conocía a Wellsie en persona. Su compromiso con ella había sido un mandato que su madre le había impuesto cuando tenía veinticinco años, antes incluso de que ella hubiera nacido…


Con una sacudida, silbó, y Manello levantó la vista de la aguja y el hilo. – Lo siento. ¿Quieres más lidocaína?

– Estoy bien.

La capucha de No’One cambió de posición bruscamente cuando levantó la mirada. Después de un momento, retomó su trabajo con la escoba.

Tal vez era por consecuencia del maldito alcohol, pero de repente no le importaba una mierda el seguir fingiendo. Se permitió mirar directamente a la hembra mientras el buen doctor terminaba con la palma de su mano.

– ¿Sabes?, voy a tener que dejarte una muleta, – murmuró Manello.

– Si me dice lo que necesita, –  dijo No’One en voz baja, –  se lo traeré para usted.

– Perfecto. Vaya a la sala de equipamiento al otro lado del gimnasio. En la habitación PT, encontrará la…

Mientras hombre le daba instrucciones, No’One asentía con la cabeza, su capucha se moviéndose arriba y abajo. Por alguna razón, Tohr trató de imaginar su rostro, pero era confuso. No había visto bien su rostro en siglos – ese breve flash de hacía un momento no contaba, ya que la había visto desde la distancia. Y cuando se apareció ante Xhex y él, antes de la ceremonia de apareamiento, se quedó demasiado impresionado como para prestarle toda la atención.

Pero era rubia; lo sabía. Y siempre le había gustado permanecer en las sombras – o por lo menos,  eso buscaba en la cabaña de Darius. En aquel entonces, tampoco quería ser vista.

– De acuerdo, esta perfecto, - dijo Manello mientras inspeccionaba su trabajo. – Voy a terminar con esto y pasaré a lo siguiente.

No’One regresó justo cuando el cirujano estaba colocando el final de la gasa en su lugar.

– Puedes mirar si quieres.

Tohr frunció el ceño hasta que comprendió que Manello se estaba dirigiendo a No’One. La hembra estaba aupándose para mirar, y seguro que si su capucha fuera una cara con expresiones, él podría asegurar que estaba preocupada.

– Sin embargo, sólo te haré una advertencia. – Manello se movió hacia abajo. – Esto es peor que la mano… pero la palma es más importante, porque es lo que utiliza para luchar.

Cuando No’One vaciló, Tohr se encogió de hombros. – Puedes mirar todo lo que quieras, siempre que tu estómago lo resista.

Ella lo rodeó y se colocó detrás del doctor, cruzando los brazos dentro de las mangas de la túnica por lo que parecía una especie de estatua religiosa. Excepto que ella estaba muy viva: Cuando hizo una mueca de dolor mientras la aguja le pinchaba con la anestesia, ella se mostró como si se lo estuvieran haciendo a ella.

Parecía que el hecho de que sufriera la afectaba.

Tohr apartó los ojos mientras duró el proceso.

– Muy bien, ya está, - dijo Manello un rato después. – Y antes de que me lo preguntes, te diré que “sí, probablemente”. Teniendo en cuenta la rapidez con que sanáis, deberías estar bien para salir mañana por la noche. Por la gran puta, sois como coches… recibís una paliza, entráis en una tienda de recambios, y sin daros cuenta, estáis de vuelta en el camino. Los seres humanos necesitan un tiempo condenadamente largo para conseguir reponerse.

Uh-huh, cierto. Tohr no estaba listo para entrar en territorio Dodge Ram. El agotamiento que estaba arrastrando con él significaba que necesitaba alimentarse – y que esas lesiones relativamente sin importancia, podrían necesitar algo más de tiempo para conseguir curarse por si mismas.

Aparte de esa única sesión con Selena, no había tomado de una vena desde…

Nope. No iba a ir por ahí. No había necesidad de abrir esa puerta.

– No tienes permitido caminar sobre ese pie, – ordenó el cirujano mientras se quitaba los guantes. – Por lo menos hasta el amanecer. Y nada de nadar.

– No hay problema. – Especialmente en lo segundo. Después de lo que acababa de ver flotando en el medio de la maldita cosa, puede que nunca volviera a ir a la piscina. A ninguna piscina, si viene al caso.

La única cosa que salvaba el haberla sorprendido de ser un completo desastre era el hecho de que no había nada sexual de su parte. Sí, se había sorprendido, pero eso no significaba que quisiera…. ya sabes, follarla o alguna mierda por el estilo.

– Una pregunta, – dijo el doctor mientras se levantaba y le tendía la mano.

Tohr aceptó la palma de la mano y se sorprendió un poco al encontrarse levantado firmemente sobre sus pies.

– ¿Qué?

– ¿Cómo sucedió?

Tohr miró a No’One – la cual desvió la mirada rápidamente, volviendo todo su cuerpo en la dirección opuesta.

– La botella se resbaló de mi mano, – murmuró Tohr.

– Ah, bien… los accidentes ocurren. – Sugirió el tío en tono de “si seguro” no creyendo la mierda ni por un segundo. – Si me necesitas, llámame. Estaré en la clínica durante el resto de la noche.

– Gracias, hombre.

– Sí, vale.

Y entonces… No’One y él se quedaron solos.

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