07 mayo 2012

Capítulo Seis de "Amante Renacido" (Lover Reborn) - J. R. Ward


Aquí os dejo el capítulo seis de "Amante Renacido".

Sigo traduciéndolo hasta que encuentre el libro en español.

¡¡Espero que os guste!!












SEIS


En el comedor formal que había subiendo las escaleras, la comida que Tohr comía con los demás era toda textura, sin sabor. Asimismo, la conversación que se propagaba alrededor de la mesa eran sólo sonidos sin relevancia. Y la gente a su izquierda y a su derecha eran bocetos bidimensionales, nada más.

Cuando se sentó con sus hermanos, sus shellans y huéspedes de la mansión, todo era una imagen borrosa, lejana y brumosa.

Bueno, casi todos lo eran.

Había sólo una cosa en la gran sala que le llamaba la atención.

A través de la porcelana y la plata, al otro lado de los búcaros de flores y el ondulado candelabro, una figura vestida con una túnica estaba sentada inmóvil y de manera reservada en una silla justo frente a la suya. Con esa capucha colocada en su lugar, la única cosa que mostraba de la hembra de su interior era un par de manos delicadas que, de vez en cuando, cortaban un trozo de carne o levantaban un tenedor con algo de arroz.

Comía como un pajarito. Era silenciosa como una sombra.

Y no tenía ni idea de por qué estaba aquí.

Él la había enterrado en el Viejo Continente. Debajo de un árbol de manzanas, porque esperaba que las fragantes flores le aliviarían en su muerte.

Dios sabía que ella no había tenido ningún alivio al final de su vida.

Y, sin embargo, ahora estaba viva de nuevo, había venido con Payne desde el Otro Lado, demostrando positivamente que cuando llegabas a la Virgen Escriba y ella te concedía de misericordia, cualquier cosa era posible. 

– ¿Más cordero, sire? – preguntó un doggen en su codo.

El estómago de Tohr estaba tan repleto y apretado como una maleta, pero todavía se sentía flojo en las articulaciones y confuso en la cabeza. Teniendo en cuenta que comer más era mejor que la terrible experiencia de la alimentación, él asintió.

– Gracias, hombre.

Mientras su plato era rellenado con carne, y le ofrecían más arroz pilaf, miraba a los otros de su alrededor sólo por tener algo que hacer.  

Wrath estaba en la cabecera de la mesa, el rey presidía todo y a todo el mundo. Beth debería estar en el sillón del otro extremo, pero en su lugar y como de costumbre, estaba en el regazo de su hellren. Como también era típico, Wrath estaba más interesado en rendir honor a su hembra que en alimentarse: Aunque ahora estaba completamente ciego, alimentaba a su shellan de su plato, levantando su tenedor y manteniéndolo en alto hasta que ella se inclinaba y aceptaba lo que él le proporcionaba.

El orgullo que tan claramente poseía por tenerla, la satisfacción que obtenía al cuidar de ella, la maldita calidez entre ellos transformaban su severo, rostro aristocrático en algo casi tierno. Y, de vez en cuando, desnudaba sus largos colmillos, como si estuviera deseando tenerla a solas para poder hundirse en ella… de una gran variedad de formas.

No eran el tipo de cosas que Tohr necesitaba ver.

Giró la cabeza por la mesa, sorprendiendo a Rehv y Ehlena sentados uno al lado del otro, haciéndose los acaramelados. Y Phury y Cormia. Y Z y Bella.

Rhage y Mary…

Frunciendo el ceño, pensó en cómo la Virgen Escriba había salvado a la hembra de Hollywood. Ella había estado al borde de la muerte, y en cuanto falleció le otorgaron una larga vida.

Abajo en la clínica, Doc Jane había pasado por lo mismo. Murió, pero volvió, con nada más que buenos años por delante junto a su hellren.

Los ojos de Tohr de detuvieron en la figura con túnica enfrente suya.

La ira hirvió en su dilatado estómago, añadiéndose a la presión: Esa aristócrata caída en gracia, que ahora utilizaba el nombre de No’One, también era una jodida resucitada, concediéndole el don de la vida nuevamente por la maldita madre de la raza.

¿Y su Wellsie?

Muerta y enterrada. Nada más que recuerdo y cenizas.

Por siempre jamás.

Cuando su temperamento comenzó realmente a excitarse, se preguntó a quién se debía sobornar o golpear para obtener ese tipo de privilegio. Su Wellsie había sido una hembra de valor, al igual que las otras tres… por qué no había conseguido salvarse. Por qué cojones no era él como los otros machos, sino que contaba los días que le faltaban hasta el fin de sus días.

Por qué no les habían concedido misericordia a su shellan y a él cuando más la necesitaban…

                                                             ***

Él estaba mirándola fijamente.

No… estaba fulminándola con la mirada.

Al otro lado de la mesa, Tohrment, hijo de Hharm, estaba concentrado en No’One con ojos duros y enfadados, como si le ofendiera no sólo su presencia en esta casa, sino también el hecho mismo de que tuviera aliento en sus pulmones y de que le latiera el corazón.

La expresión no favorecía a sus rasgos. De hecho, él había envejecido muchísimo desde la última vez que lo vio, a pesar de ser vampiro, especialmente de aquellos de fuerte linaje, que aparentaban estar a mediados o finales de la veintena hasta justo antes de morir. Y no era el único cambio en él. Sufría una pérdida de peso constante – no importaba cuánto comiera en la mesa, no tenía suficiente carne en los huesos, su rostro estaba marcado con pómulos hundidos y una mandíbula demasiado afilada, sus ojos hundidos marcados con sombras arriba y debajo de ellos.

Sin embargo, cualquiera que fuera su enfermedad física, no lo detenía a la hora de luchar. Él no se había cambiado antes de comer y su ropa mojada estaba manchada con sangre roja y aceite negro, recordatorios viscerales de cómo pasaban sus noches todos los machos.

Pero se había lavado las manos.

¿Dónde estaba su compañera? Se preguntaba. Ella no había visto ninguna evidencia de una shellan – ¿Podría ser que hubiera permanecido soltero todos estos años? Seguramente si hubiera tenido una mujer, ella estaría aquí para apoyarlo.

Agachó la cabeza aún más bajo su capucha, colocó su cuchillo y tenedor al lado de su plato. No tenía más deseo de comida.

Ni tampoco tenía deseos de rememorar los ecos del pasado. Esto último, sin embargo, no era nada que ella pudiera rechazar educadamente…

Tohrment era tan joven como ella cuando pasaron todos esos meses juntos en aquella cabaña fortificada en el Viejo Continente, refugiándose contra el frío del invierno, la humedad de la primavera, el calor del verano y las corrientes del otoño. Habían pasado cuatro estaciones viendo como su vientre crecía con una vida en su interior, un ciclo completo del calendario en el que él y su mentor, Darius, la habían alimentado, resguardado y cuidado.

No era así cómo debería haber sido su primer embarazo. No era así cómo una hembra de su origen debería haber vivido. Eso no tenía nada que ver con el destino que ella había planeado para sí misma.

Sin embargo, en su arrogancia había asumido algo. Lo que había sido, y todavía era, no volvería. Desde el momento en que fue capturada y arrancada de su familia estuvo siempre alterada, seguramente como si le hubieran salpicado la cara con ácido, o su cuerpo hubiera sido quemado más allá de lo reconocible, o hubiera perdido las extremidades o la visión o la audición.     

Pero eso no era lo peor de todo. Lo malo era que la habían contaminado completamente, pero eso fue por un ¿sympahth? Y ese estrés había activado su primera necesidad.

Ella pasó esas largas cuatro estaciones bajo ese techo de paja consciente de que tenía un monstruo creciendo dentro de ella. De todas formas, ella habría perdido su condición social si hubiera sido un vampiro quién la hubiera raptado y engañado a su familia sobre su pertenencia más valiosa: su virginidad. Antes de su secuestro, como hija del Consejo de leahdyre, había sido una mercancía muy valiosa, del tipo de las que eran conservadas y exhibidas para ser admiradas en ocasiones especiales como una fina joya.

De hecho, su padre había estado haciendo arreglos para su apareamiento con alguien que le habría proporcionado un estilo de vida incluso superior al que estaba acostumbrado desde que había nacido…

Con terrible claridad, recordó que estaba arreglando su cabello cuando escuchó el suave sonido de un clic en la puerta Francesa.

Dejó el cepillo sobre su tocador.

Y en ese momento, el pestillo fue abierto por otra persona…

En los momentos tranquilos que había tenido desde entonces, a veces imaginaba que esa noche había descendido a sus alojamientos subterráneos con el resto de su familia. No había estado sintiéndose bien – el precedente, probablemente, de su periodo de necesidad – y se quedó arriba porque allí habían más cosas para distraerla de su agitación en aumento.

Sí… a veces fingía que los había seguido hasta llegar al sótano, y una vez allí, finalmente había hablado con su padre sobre la extraña figura que a menudo aparecía en la terraza de su dormitorio.

Se habría protegido a sí misma.

Protegiéndose del guerrero frente a ella y de su furia…

Ella usó la daga de Tohrment. Justo después de dar a luz, se derrumbó y agarró su arma. Incapaz de soportar la realidad de lo que había traído al mundo, incapaz de tomar un solo aliento más en la vida a la que la habían condenado, se clavó la hoja en el estómago.

Lo último que escuchó antes de que la luz la reclamara fue a él gritando…

El chirrido de su silla siendo empujada hacia atrás la hizo pegar un salto, y todos en la mesa se quedaron en silencio, todos dejaron de comer, todo movimiento cesó, toda conversación se cortó cuando él salió de la habitación.

No’One levantó su servilleta y se limpió la boca bajo la capucha. Nadie la observaba, como si nadie se hubiera dado cuenta de su fijación en ella. Pero desde el final de la mesa, el ángel con el pelo rubio y negro la estaba mirando directamente.

Apartando sus ojos de él, vio que Tohrment salía de la sala de billar al otro lado del vestíbulo. Llevaba una botella de algún líquido oscuro en cada mano, y su rostro sombrío se parecía más a una máscara de muerte.
Cerró sus párpados, contactando con su interior, tratando de encontrar la fuerza que iba a necesitar para poder acercarse al hombre al que había dejado tan abruptamente. Había venido a este lado, a esta casa, para hacer las paces con la hija que había abandonado.

Sin embargo, había otro con quien también necesitaba disculparse.

Y aunque las palabras de arrepentimiento eran la meta final, ella comenzaría con el vestido, volviendo a él tan pronto como acabara de limpiarlo y plancharlo con sus propias manos. Comparativamente, era una minucia. Pero había que empezar por algún sitio, y el vestido era claramente una herencia del linaje de él, prestado a su hija para que lo usara, porque ella no tenía otra familia.

Incluso después de todos estos años, él continuaba cuidando de Xhexania.

Era un macho de valía.

No’One estaba más tranquila antes de irse, pero la sala cayó en silencio una vez más cuando se levanto de su sitio. Manteniendo su cabeza hacia abajo, no salió por la arcada, como él había hecho, sino por la puerta del mayordomo que llevaba a la cocina.

Pasó cojeando ante el horno, los módulos de la encimera y un ocupado doggen que la miró con desaprobación, hasta llegar a la escalera trasera, la única que tenía simples paredes cubiertas con yeso y escaleras de pino…

– Era su shellan.

Las suaves suelas de cuero de las zapatillas que llevaba crujieron cuando ella giró a su alrededor. Abajo, el ángel estaba parado en el último escalón.

– El vestido, - dijo. – Era el vestido que llevaba Wellesandra en la noche que se aparearon hace casi doscientos años.

– Oh, entonces voy a devolvérselo a su compañera…

– Esta muerta.

Un escalofrío bajó por su espina dorsal. – Muerta…

– Un lesser le disparó a quemarropa. – Cuando No’One jadeó, sus ojos blancos ni parpadearon. – Estaba embarazada.

No’One se sujetó de la barandilla cuando su cuerpo se balanceó.

– Lo siento, - dijo el ángel. – No endulzaré esta mierda, y necesitas saber donde te estas metiendo si vas a devolvérselo a él. Xhex debería habértelo dicho… me sorprende que no lo haya hecho.

Desde luego. Aunque no era como si hubieran pasado mucho tiempo juntas… y todavía tenían un montón de temas delicados que tratar entre ellas.

– No lo sabía, - dijo finalmente.  – Los cuencos de visionado en el Otro Lado… ellos jamás… - Salvo que ella no había pensado en Tohrment cuando había estado con ellos: ella había estado preocupada y centrada en Xhexania.

– La tragedia, como el amor, ciega a la gente, - dijo él, como si pudiera leer sus remordimientos.

– No se lo daré a él. – Dijo sacudiendo la cabeza. – Ya he hecho bastante daño. Presentarme ante él con su… el vestido de su compañera…

 – Es un bonito gesto. Creo que deberías devolvérselo a él. Quizás yo te pueda ayudar.

– ¿Que haga qué? - dijo paralizada.

 – Recordarle que ella se ha ido.

No’One frunció el ceño. – ¿Cómo si lo hubiera olvidado?

– Te sorprenderías, mi hermosa elegida. El vínculo de memoria necesita romperse… por eso digo que le lleves el vestido, y le permitas aceptarlo de ti.

No’One intentó imaginar ese intercambio. – Qué cruel… no, si estas tan interesado en torturarle, puedes hacerlo por ti mismo. 

El ángel levantó una ceja. – No es por torturarle. Es la realidad. El tiempo pasa y el necesita avanzar, rápido. Llévale el vestido.

– ¿Por qué estas tan interesado en sus asuntos?

– Su destino es el mío.

– ¿Cómo es eso posible?

– Confía en mí, yo no lo he elegido.

El ángel la miró como si la retara a que contradijera cualquiera de sus palabras.

– Perdóname, - dijo bruscamente ella. – Pero ya he hecho suficiente daño a ese valeroso macho. No voy a formar parte de algo que pueda herirle.

El ángel se frotó los ojos como si le doliera la cabeza. – ¡Maldita sea! Él no necesita que lo mimen. Necesita una buena patada en el culo… y si no la consigue pronto, rogará por estar en el agujero de mierda en el que se encuentra ahora.

– No entiendo que quieres decir con…

– El infierno es un lugar de muchos niveles. Y donde él se dirige va a hacer que este periodo de agonía no parezca nada más que simples agujas debajo de las uñas.

No’One retrocedió y luego se aclaró la garganta. – Un lugar como el que describes no existe, ángel.

– En realidad. No tienes ni idea.

– Yo no… No puedo hacer lo que me pides.

– Sí, puedes. Y tienes que hacerlo.

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