14 mayo 2012

Capítulo Siete de "Amante Renacido" (Lover Reborn) - J. R. Ward

Aquí os dejo el capítulo siete de "Amante Renacido".

Este capítulo trata sobre Tohr y Lassiter.

Sigo traduciendo el libro hasta que lo encuentre en español y pido perdón por los posibles fallos.

¡¡Espero que os guste!!










SIETE


Cuando Tohr asaltó la barra de la sala de billar, no se molestó en comprobar qué botellas se llevaba. Sin embargo, en el rellano del segundo piso, se dio cuenta de que en su mano derecha llevaba una Herradurra de Qhuinn, y en su izquierda una de... ¿Drambule?

Vale, bien, podría estar desesperado, pero aún tenía papilas gustativas, y esa miera era asquerosa.

Bajó dando grandes zancadas hasta la sala de estar al final del pasillo, intercambiando la última por algún buen ron añejo - quizás podría fingir que la tequila era Cola y juntar los dos.

Entró en su habitación, cerró la puerta, rompió el sello de Bacardí y abrió su gaznate, tragándose el licor. Pausa para tragar y respirar. Luego repetir. Yyyyyy repetir... y cada una era mejor que la anterior. La línea de fuego desde sus labios a su intestino era en cierto modo agradable, como tener un rayo golpeando en el fondo de la garganta, y continuó con el mismo ritmo, tomando aire cuando lo necesitaba como si estuviera nadando a estilo libre en una piscina.

Se había bebido media botella en cuestión de diez minutos, y todavía permanecía de pie en la entrada de su habitación. Lo que era bastante estúpido, suponía.

A diferencia de emborracharse, que era bastante necesario.

Puso todo el alcohol en el suelo e hizo el capullo con sus shitkickers hasta que se las quitó. Los pantalones de cuero, los calcetines y la camisera de tirantes siguieron el mismo camino. Cuando estuvo completamente desnudo, entró en el baño, encendió la ducha y entró en ella con las dos botellas en sus manos.

El ron le duró durante toda la rutina del champú y de enjabonarse. Cuando empezó el ciclo de enjuagado, abrió la Herradurra y comenzó a bebérsela.

No fue hasta después de salir de la ducha que empezó a sentir los efectos, los bordes afilados de su estado de ánimo recortándose y brotando la pelusilla típica del olvido. Sin embargo, aunque la corriente lo reclamaba, continuó con la bebida mientras entraba empapado en su habitación.

Quería bajar a la clínica y ocuparse de Xhex y John, pero sabía que ella lo haría, y ambos debían solucionar las cosas por sí mismos. Además, su estado de ánimo era tóxico, y Dios sabía, que ya había hecho suficiente con interponerse entre ellos antes en el callejón.

No había necesidad de compartir la riqueza.

Dejó que el edredón secara su cuerpo. Bueno, eso y el suave calor que se filtraba por los conductos de ventilación en el techo. La Herradurra le duró un poco más que el ron - probablemente porque su estómago estaba en DOP entre todo el licor y la gran cena. Cuando se acabó el tequila, dejó la botella en la mesita de noche y colocó sus extremidades de forma que estuviera cómodo - lo que no fue difícil. Llegados a este punto, podría ser empaquetado en una caja de FedEx y todavía se sentiría cómodo.

Cuando cerró los ojos, la sala empezó a girar poco a poco, como si su cama estuviera colándose por un desagüe y todo se encauzara lentamente hacia él.

Sabes... considerando lo bien que esto estaba funcionando, iba a tener que acordarse de quitar el seguro más a menudo. El dolor en el pecho no era más que un tenue eco; su sed de sangre había sido aplacada; sus emociones eran plácidas como una encimera de mármol. Ni siquiera mientras dormía, nunca había conseguido este tipo de respiro...

El golpe en su puerta fue tan suave que pensó que sólo era el latido de su corazón. Pero, entonces lo repitieron. Y lo volvieron a repetir.

- ¡Maldita sea!, puto infierno... - levantó la cabeza de la almohada y gritó. - ¡Qué!

Cuando no hubo respuesta, se levantó disparado de la cama... - Whoa. Sí, vale... hola.

Se sujetó al poste de la cama y golpeó la botella vacía de Herradura en el suelo. Wow. Su centro de gravedad ahora estaba dividido entre el dedo meñique de su pie izquierdo y la parte exterior de su oreja derecha. Lo que significaba que su cuerpo quería ir hacia dos direcciones al mismo tiempo.

Llegar hasta la puerta fue como patinar sobre hielo. En un remolino-de-inclinación-A. Con un helicóptero somo sombrero.

Y el pomo era un objetivo en movimiento, aunque cómo esa puerta era capaz de moverse de lado a lado en el interior de su marco sin romperse era un misterio.

Tirando de la cosa ancha, ladró - ¡Qué!

Allí no había nadie. Pero lo que vio le despejó.

Al otro lado del pasillo, colgando de uno de los apliques de bronce, estaba la cascada roja del vestido de apareamiento de su Wellsie.

Miró hacia la izquierda y no vio a nadie. Entonces, miró hacia la derecha y vio... a No'One.

Al final del pasillo, la hembra vestida con una toga caminaba tan rápido como su cojera se lo permitía, su cuerpo frágil moviéndose torpemente bajo los pliegues de tela áspera.

Probablemente podría haberla alcanzado. Pero, mierda, obviamente había asustado de la hostia a la hembra, y si antes había sido incapaz de conversar en la mesa de la cena, ahora era todavía peor.

¿No ves? Ni siquiera era capaz de formular palabras ahora.

Además, era un cabrón desnudo.

Salió tambaleándose al pasillo, parándose en frente del vestido. Era obvio que lo habían limpiado con cuidad y preparado para su almacenaje, sus mangas estaban rellenas con papel de seda y la percha era una de esas que tenían un apartado acolchado para le corpiño.

Mientras miraba el vestido, los efectos del alcohol le hacía que pareciera como si la falda estuviera atrapada en una brisa, el tejido rojo sangre ondeando hacia adelante y atrás, atrapando completamente la luz  y reflejándola en varios ángulos.

Excepto que él era el único que se movía, no el vestido.

Alzando el brazo, levantó la percha de donde estaba colgada en el candelabro, y se llevó el vestido dentro de su habitación, cerrando la puerta detrás de ambos. Una vez en la cama, colocó el vestido en el lado que siempre había preferido Wellsie - el más alejado de la puerta - y arregló cuidadosamente las mangas y la falda, realizando pequeños ajustes hasta que quedó en una posición perfecta.

Luego apagó las luces.

Acostándose, se colocó de lado, poniendo la cabeza en la almohada frente a donde habría estado apoyada la cabeza de su Wellsie.

Con una mano temblorosa, tocó el satén del relleno corpiño, sintiendo las ballenas dentro de la tela, la estructura del vestido estaba ideada para mejorar el suave y curvilíneo cuerpo de una hembra.

No fue como sentir sus costillas. Al igual que el satén no era tan bueno como sentir su cuerpo. Y las mangas no eran tan buenas como sus brazos.

- Te echo de menos... - Acarició el espacio del vestido donde estaría... debería estar su cintura - Te echo mucho de menos.

Y pensar que hubo un tiempo en que ella había rellenado este vestido. Lo había llevado durante un breve tiempo, nada más que una fotografía de una tarde en la vida de ambos.

¿Por qué no podía su memoria traerla de vuelta? Se querían de una manera tan fuerte, tan poderosa, que un hechizo de invocación debería poder volver a inflar mágicamente el vestido.

Excepto por el hecho de que ella sólo vivía en su mente. Nunca a su lado, siempre fuera de su alcance.

Eso era lo que significaba morir, recordó. El gran creador de ilusiones.

Y de la misma manera que releería un pasaje de un libro, recordó el día de su apareamiento, cómo había esperado de pie, tan nervioso al lado de sus hermanos, jugueteando con su túnica de satén y su cinturón enjoyado. Su padre de sangre, Hharm, todavía no había recapacitado, la reconciliación, que llegaría al final de su vida, aún estaba a un siglo de poder conseguirse. Darius había estado ahí, el macho lo miraba cada segundo o dos, seguramente porque estaba preocupado por esa mierda por la que iba a pasar Tohr.

Lo cual había hecho dos de ellos.

Y, entonces, Wellsie apareció...

Tohr deslizó su palma hacia abajo, hasta la falda satinada. Cerrando los ojos, podía imaginar su carne caliente y viva rellenando el vestido otra vez, su aliento expandiendo y contrayendo los confines del corpiño, sus larguísimas piernas sosteniendo la falda sobre el suelo, su rizado cabello rojo llegando hasta el encaje negro de las mangas.

En su visión, ella era real y estaba en sus brazos, alzando la mirada hacia él desde debajo de sus pestañas mientras bailaban el minué con los demás. Ambos eran vírgenes esa noche. Él había sido un torpe idiota. Ella sabía exactamente qué hacer. Y era como más o menos habían continuado las cosas a lo largo de su apareamiento.

Aunque él consiguió ser bastante malditamente bueno en el sexo, lo suficiente jodidamente rápido.

Habían sido el yin y el yang, y eran exactamente iguales: él era un sargento con la Hermandad, ella era el general de su casa, y juntos, lo habían tenido todo...

Quizás ese era el por qué de lo que había ocurrido, pensó. Había tenido mucha suerte y también la tenía a ella, y la Virgen Escriba tuvo que nivelar ese marcador.

Y ahora estaba aquí, tan vacío como el vestido, porque lo que había llenado tanto a él como al vestido se había marchado.

Las lágrimas que cayeron de sus ojos fueron silenciosas, del tipo que se filtraba y empapaba la almohada, viajaban por el puente de la nariz y caían libres una tras otra como lluvia desde el labio superior.

Su pulgar se movía hacia adelante y hacia atrás sobre el satén, como si estuviera frotando su cadera como hacía cuando estaban juntos, y movió la pierna hasta dejarla en la parte superior de la falda.

Sin embargo, no era lo mismo. No había ningún cuerpo debajo, y el tejido olía como a limones, no a su piel. Y él estaba, después de todo, solo en esta habitación que no era la de ellos.

- Dios, te echo de menos, - dijo con una voz ronca. - Cada noche. Cada día....

***

Desde el otro lado de la oscura habitación, Lassiter permanecía de pie en la esquina junto a la cómoda, sintiéndose como una mierda mientras Tohr susurraba al vestido.

Restregándose la cara, se preguntaba por qué... por qué en nombre del infierno, de todas las formas en las que podría obtener la libertad del limbo, tenía que ser esta la única.

La mierda estaba empezando a afectarle.

Él. El ángel que no daba una mierda por los demás, el que debería haber sido un operario de reclamaciones o un abogado de lesiones personales o cualquier otra cosa en la tierra donde joder a los demás fuera una parte más de su trabajo.

Él nunca debió ser un ángel. Eso requería una serie de habilidades que no tenía, y que no podía fingir.

Tiempo atrás, cuando El Creador se le acercó con una oportunidad para redimirse, estaba demasiado centrado en la idea de obtener la libertad como para pensar en los detalles del encargo. Todo lo que oyó fue algo en la línea de: "Ir a la tierra, devolver a este vampiro al buen camino, dar a esa shellan la libertad, " yada, yada, yada... Después de lo cual sería libre para dedicarse a sus negocios en lugar de estar atrapado en la tierra de ni-aquí-ni-allí. Parecía un buen trato. Y en un principio, lo fue. Apareció en el bosque con un Big Mac, dio de comer al lamentable bastardo, arrastrándolo de vuelta aquí... y luego esperó hasta que Tohr estuviera lo suficiente fuerte físicamente para iniciar el proceso de seguir adelante.

Buen plan. Excepto porque entonces llegó a un punto muerto.

"Avanzar", al parecer, era algo más que simplemente luchar contra el enemigo.

Estaba perdiendo la esperanza, a punto de levantar la manos... cuando de repente esa hembra, No'One, apareció en la casa - y por primera vez, Tohr realmente se interesaba en algo.

Lo cual fue como ver amanecer en Marblehead: "Avanzar" iba a requerir otro nivel de colaboración en el mundo. 

Seguro. Elegante. Dandi. Conseguir que el tío eche un polvo, magnífico. Entonces todo el mundo ganaba - más específicamente, el mismo Lassiter. Y, mierda, en el instante en que vio a No'One sin esa capucha, se dio cuenta de que era el camino correcto. Era increíblemente hermosa, el tipo de mujer que haría que incluso un macho que no estuviera interesado en el tema, se levantara e hinchara sus pantalones. Tenía la piel blanca como el papel, y el cabello rubio que le llegaría hasta las caderas si no lo llevara trenzado. Con labios rosados, ojos de un hermoso color gris y mejillas del color del interior de una fresa, era demasiado brillante para ser real.

Y claramente era perfecta por otras razones: Ella quería redimirse, y Lassirter supuso que con un poco de suerte, la naturaleza seguiría su curso y todo encajaría en su lugar... y ella acabaría en la cama del Hermano.

Seguro. Elegante. Dandi.

Salvo, que. ¿Esta... manifestación... al otro lado de la habitación? No era segura, no era elegante, no era de dandi.

Ese tipo de sufrimiento era un cañón difícil de traspasar, un purgatorio propio para alguien que no había muerto. Y maldición si el ángel tenía alguna pista de cómo sacar al Hermano de él.

Francamente, estaba teniendo bastantes problemas actuando sólo como testigo.

Y en ese caso, no tenía planeado respetar al tío. Después de todo, estaba en una misión, no estaba aquí para hacerse el mejor amigo de su llave a la libertad.

El problema era que, mientras el olor acre de la agonía del macho aumentaba y llenaba la habitación, era imposible no sentirlo por él.

Hombre, ya no podía seguir aguantando esta mierda.

Se esfumó de la habitación y apareció en el pasillo, caminando solo por el hall de las estatuas hasta el principio de la escalera. Plantando su culo en el escalón superior, escuchaba los sonidos de la casa. En el piso de abajo, el doggen estaba limpiando después de la Última Cena, sus alegres y continuos comentarios se escuchaban como música de cámara en el fondo, todo bippity-boppity, ocupado-ocupado. Detrás de él, en el estudio, el rey y la reina estaban... "trabajando", por así decirlo, el denso aroma de vinculación de Wrath en el aire, la dificultad para respirar tranquilamente de Beth. El resto de la casa estaba relativamente tranquila, los otros Hermanos, sus shellans e invitados se habían retirado a sus habitaciones para dormir... o realizar otras cosas en la línea de lo que estaba haciendo la pareja real.

Levantando los ojos, se enfocó en el techo pintado que estaba encima del piso de mosaico del vestíbulo. Sobre las cabezas de los guerreros representados en sus terribles y feroces corceles, el cielo azul y las nubes blancas eran un poco ridículas - después de todo, los vampiros no podían luchar durante el día. Pero, de todas formas, en eso radicaba la belleza de representar la realidad en lugar de plasmarla: Cuando tenías el pincel en la mano, eras el dios que deseaba gobernar su vida, capaz de seleccionar y elegir entre el catálogo de posibilidades que poseías y la baraja de cartas a tu favor que el destino te extendía y mantenía.

Mirando fijamente a través de las nubes, esperó a que apareciera la figura que estaba buscando, y pronto lo hizo.

Wellesandra estaba sentada en un campo vasto y desolado, una interminable llanura gris salpicada de grandes peñascos, con el implacable viento golpeándola desde todas direcciones. No se veía tan bien como cuando la vio por primera vez. Debajo del manto gris que la cubrían a ella y a su niño, había aumentado su palidez, su cabello rojo se había deteriorado hasta ser una mancha sin brillo, su piel era  cada vez más pálida, sus ojos habían perdido cualquier similitud al tono marrón jerez que una vez poseyeron. Y el bebe en sus brazos, ese pequeño paquete envuelto en pañales, ya no se movía tanto como antes.

Esa era la tragedia del Limbo. A diferencia del Fade, no significaba vivir para siempre. Era una parada hacia un destino final, y para cada persona era un poco diferente. ¿La única cosa en la era igual para todos? Si te quedabas demasiado tiempo, ya no podrías escapar. No conseguirías ninguna gracia eterna.

Sólo te convertías en un Dhund - parecido a la nada, sin ninguna posibilidad de escapar alguna vez del vacío.

Y esos dos estaban llegando al límite de sus fuerzas.

- Lo estoy haciendo lo mejor que puedo, - les dijo. - Sólo tenéis que aguantar un poco más.... puto infierno,  sólo aguantad.

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