21 mayo 2012

Capítulo Ocho de "Amante Renacido" (Lover Reborn) - J. R. Ward.

¡¡Hola chicos y chicas!!

Bueno, aquí va un nuevo capítulo de "Amante Renacido".

Por ahora voy traduciendo un capítulo por semana hasta que aparezca el libro traducido por completo. No puedo traducir más de un capítulo porque estoy de exámenes y no  tengo mucho tiempo libre, pero si el libro sigue sin aparecer cuando los acabe, pondré más de un capítulo por semana.

Como siempre, perdonad los posibles fallos ya que tengo un nivel un poco regular del inglés (aunque creo que hasta ahora se entienden bastante bien).


¡¡Espero que os guste!!


OCHO


La primera cosa que hizo Xhex al recuperar la conciencia fue buscar a John en la sala de recuperación.

Él no estaba en la silla de enfrente. No estaba sentado en el suelo, apoyado en la esquina. No estaba en la cama de al lado.

Estaba sola.

¿Dónde demonios estaba?

Oh, sí, seguro. Él la seguía por todas partes en el campo de batalla, ¿Y luego la dejaba aquí sola? ¿Habría vuelto al menos durante su operación?

Con un gemido, consideró colocarse de lado, pero con todos esos tubos IV en su brazo y los cables en su pecho, decidió no luchar contra sus enchufes. Bueno, y luego estaba el oportuno hecho de que alguien le había cosido un gran agujero en su hombro. Con varios puntos.

Allí tumbada con un gruñido en su cara, todo en la sala le molestaba. La calefacción del techo, el sonido chirriante de las máquinas detrás de su cabeza, las sábanas que parecían papel de lija, la almohada que era como una roca y el colchón demasiado suave…

¿Dónde coño estaba John?

Por el amor de Dios, quizás había cometido un error al aparearse. La cosa de amarlo era lo que era – no cambiaba eso, y no quería hacerlo. Pero debería haber sabido mejor que pasaba al hacer las cosas oficiales. A pesar de que los roles sexuales tradicional de los vampiros estaba cambiando, gracias en gran parte a que Wrath estaba relajando la Antiguas Leyes, todavía existía esa mierda patriarcal alrededor de las shellans. Podías ser una amiga, una novia, una amante, una compañera de trabajo, un mecánico de coches, por el amor de…joder, y esperar que tu vida sea tuya.

Pero temía que una vez que su nombre estuviera en la espalda de un macho – y peor aún, un macho guerrero de pura sangre – las cosas cambiaran. Las expectativas cambiarían.

Su compañero empezaba a recibir por ella y pensaba que no podía cuidar de sí misma.

¿Dónde estaba John?

Estaba harta, se levantó de las almohadas, se quitó su IV y doblo el final para que la solución salina, y cualquier otra cosa que llevara, no se vaciara en el suelo. A continuación, silenció el monitor que controlaba sus pulsaciones colocado detrás de ella, y luego arrancó las pastillas de su pecho con la mano que tenía libre.

Mantuvo su brazo derecho inmovilizado contra su pecho – solo necesitaba caminar, no ondear una bandera.

Al menos no le habían puesto un catéter.

Poniendo los pies sobre el linóleo, se levantó cuidadosamente y se dio ánimos por ser tan necesario un poco de paciencia. En el baño, se lavó la cara, se cepillo los dientes y usó el baño.

Cuando volvió a la habitación, esperó ver a John en una de las dos puertas.

Nop.

Rodeó el final de la cama y recogió sus cosas lentamente, porque su cuerpo estaba torpe por culpa de las drogas, la operación, y el hecho de que necesitaba alimentarse – aunque por más que le jodiera, morder la vena de John era la última cosa que le interesaba en estos momentos. Cuanto más tiempo estuviera lejos, menos querría ver su culo peludo.

¡¡Que le jodan!!

Cuando llegó al armario, abrió los paneles de las puertas, la abandonaba su Johnny, y se convertía en un matorral – lo que, por supuesto, no era culpa suya, sino cosas del macho. Y no era una metáfora. Mientras luchaba para vestirse con una sola mano, maldijo a John, a la Hermandad, el papel de las shellans, el de las mujeres en general…. Y, especialmente, maldijo a la camiseta y los pantalones, mientras luchaba sin ayuda a enrollar los bajos que se acumulaban alrededor de sus pies.

Mientras caminaba hacia la puerta, intentaba ignorar el hecho de que seguía buscando a su compañero, y en su lugar se centró en las canciones que sonaban en su cabeza, pequeñas versiones a capella de los grandes éxitos del Top 40 como “What Gave Him the Right to Call Her Out on the Field” (Qué derecho tenía de echarla del campo), “How in the Hell Could He Have Left Her Down Here Alone” (Cómo demonios pudo abandonarla aquí abajo sola), y el modo de espera cada vez más popular “All Males are Morons” (Todos lo hombres son imbéciles).

Doo-dah, doo-dah.

Se estiró para abrir la puerta, ella…

Al otro lado del pasillo, John estaba sentado en el duro suelo, con las rodillas levantadas como los postes de una carpa y los brazos cruzados sobre el pecho. Sus ojos la reconocieron en el instante en que apareció – no porque la buscara, sino porque él se había centrado en el espacio por donde ella debía salir mucho antes de que realmente lo hiciera.

El sermón en su cerebro enmudeció: daba la impresión de haber atravesado el infierno y haber vuelto trayendo las llamas de la sala del diablo con sus propias manos.

Descruzando los brazos, dijo por señas, Pensé que te gustaría tener privacidad.

Bueno, mierda. Allí iba, arruinando su mal genio.

Se acercó arrastrando los pies, descendiendo con cuidado junto a él. Él no la ayudó, y ella sabía que lo estaba haciendo a propósito – como una forma de honrar su independencia.

– Supongo que esta fue nuestra primera pelea – dijo ella.

Él asintió. La odié. Todo el asunto. Y lo siento – yo sólo… no puedo explicar lo que me pasó, pero cuando te vi herida, me volví loco.

Su exhalación fue larga y lenta. – Estas de acuerdo con que luche. Te parecía bien antes de que nos apareáramos, dijiste que te parecía genial.

Lo se. Y todavía me lo parece.

– ¿Estas seguro?

Al cabo de un momento, asintió otra vez. Te quiero.

– Yo, también. Es decir, tú. Ya sabes.

Pero en realidad no le había respondido a la pregunta. Y ella no tenía energía para seguir con el tema durante más tiempo. Ambos simplemente se sentaron en el suelo en silencio hasta que finalmente ella extendió la mano y cogió la de él.

– Necesito alimentarme, - dijo despacio – Querrías…

Sus ojos se dispararon hacia ella e hizo una reverencia con la cabeza. Siempre, articuló.

Ella se levantó sin su ayuda y extendió su mano libre hacia él. Cuando él le cogió la mano, reunió toda su fuerza y lo levantó. Luego lo guio hasta la sala de recuperación, y bloqueó las puertas con su mente mientras se sentaban en la cama.

Él se frotaba las manos contra los pantalones de cuero como si estuviera nervioso, y antes de que pudiera colocarse sobre él, se levantó. Necesito una ducha. No puedo acercarme a ti así… estoy cubierto de sangre.

Dios, ella ni siquiera se había dado cuenta de que seguía vestido con su ropa de combate. – Okay.

Intercambiaron sus posiciones, ella fue hacia el borde del colchón, él se encaminó hacia el baño para encender el agua caliente. Dejó la puerta abierta… así que mientras se quitaba su camiseta de tirantes, ella observaba sus hombros amplios y musculados.

Su nombre, Xhexania, no sólo estaba tatuado, sino que también estaba tallado en hermosos símbolos a través de su espalda.

Cuando se agachó para quitarse los pantalones de cuero, su culo hizo una aparición estupenda, sus muslos pesados flexionados mientras sacaba primero una pierna y después la otra. Cuando entró en la ducha, lo perdió de vista, pero regresó poco después.

Observó que no estaba excitado.

Era la primera vez que le pasaba eso. Especialmente cuando se trataba de alimentarla.

John envolvió una toalla alrededor de sus caderas y metió el extremo en su cintura. Cuando se volvió hacia ella, sus ojos hinchados le hacían parecer triste. ¿Quieres que me ponga una bata?

¿Qué demonios les había pasado? Pensó ella. Y por el amor de…joder, habían pasado por demasiada putadas para llegar a lo que deberían ser las cosas buenas solo para fastidiarlo.

– No. – Ella sacudió la cabeza y se secó los ojos. – Por favor…. no…

Mientras avanzaba, mantuvo esa toalla justo donde estaba.

Cuando estuvo delante de ella, se dejó caer sobre sus rodillas y levantó su muñeca. Toma de mí. Por favor, déjame cuidarte.

Xhex se recostó y agarró sus manos. Pasó un pulgar hacia adelante y hacia atrás sobre su vena, sintiendo como la conexión entre ellos volvía a aumentar, ese vínculo que se había cortado durante su paso por el callejón de la discordia, como una cura de la lesión.

Alargando el brazo, agarró la parte posterior de su cuello y acercó su boca sobre la suya. Lo Besó lentamente, cuidadosamente, extendiendo sus piernas para hacerle un hueco entre ellas y así acercarlo más fácilmente, sus caderas encontraron el lugar al que pertenecían y que era solo suyo.

Cuando la toalla cayó al suelo, su mano se dirigió hacia su sexo – y lo descubrió que había endurecido.

Tal como ella lo quería.

Acariciándolo, ella curvó su labio superior, exponiendo sus colmillos. Luego, inclinando la cabeza hacia un lado, deslizo una nítida punta por su cuello.

Su enorme cuerpo se estremeció – por lo que ella repitió el movimiento, esta vez acompañándolo con la lengua. – Ven a la cama conmigo.

John no perdió el tiempo, ocupando el espacio que ella le dejó al retroceder en la cama para hacerle un hueco a su lado.

Mantenían el contacto visual. Como si ambos necesitarán familiarizarse el uno con el otro.

Tomando su mano, ella la colocó sobre su cadera mientras rodaba hacia él, y cuando sus cuerpos hicieron contacto, él estrechó su abrazo a la vez que brotaba su esencia de macho enamorado.

Ella tenía la intención de mantener las cosas de forma lenta y bajo control. Pero su cuerpo tenía un plan diferente. Necesitaba agarrar las riendas y asumir el control de la situación, así que atacó su garganta con una potente embestida, tomando de él lo que necesitaba para sobrevivir y recuperar las fuerzas – y a la vez lo marcó a su manera. En respuesta, el cuerpo de él se levantó contra el suyo, su erección queriendo entrar en su interior.

Mientras ella tomaba grandes tragos de su vena, a la vez, luchaba para quitarse la ropa – pero él se encargó de eso por ella, agarró la cintura y tiró de los pantalones tan fuerte que la tela se partió en un limpio y sonoro desgarro. Y después su mano fue directamente al lugar donde ella la quería, moviéndose contra su núcleo, deslizándose y resbalándose, probándola para finalmente entrar en ella. Ella se movió contra sus largos y penetrantes dedos, encontrando un ritmo que garantizara el aumento de la excitación de ambos, sus gemidos competían en su garganta con la sangre que estaba tragando a una velocidad alarmante.

Después de su primer orgasmo, ella cambió de lugar – con su ayuda – y se sentó a horcajadas sobre sus caderas. Ella necesitaba mantenerse relativamente quieta para poder seguir aferrada a su garganta, por lo que él se encargo de mover el asunto, bombeando contra ella, acercándose y retirándose, creando esa fricción que ambos deseaban.

Cuando alcanzó el éxtasis una segunda vez, tuvo que apartar la boca de su piel y llamarlo por su nombre. Y mientras él se derramaba en las profundidades de su interior, ella dejó de moverse para poder absorber la sensación de placer que le proporcionaba y sus estremecimientos involuntarios, tan familiares, ya la vez tan nuevos.

Jesús… qué expresión tenía… sus ojos apretados, sus dientes al descubierto, los músculos de su cuello tensos, mientras una línea de delicioso rojo salía de las marcas de pinchazos que todavía quería lamer para poderlas cerrar.

Cuando finalmente abrió los ojos, ella miró fijamente a la neblina llena de éxtasis en esos ojos azules. Su amor por ella no era sólo emocional; también poseía un innegable componente físico. Esa era la manera que tenían los machos para aparearse.

Quizás no había podido mantener la calma en ese callejón, pensó. Tal vez era la bestia que existía dentro de ese envoltorio civilizado, la parte animal de los vampiros que diferenciaba a la especie de esos impuros seres humanos.

Descendiendo, ella besó su cuello, lamiéndolo para cerrar las heridas, saboreando los restos que permanecían en la parte posterior de su boca y los conductos de su garganta. Ya podía sentir la energía fluyendo desde su intestino, y eso era sólo el principio. A medida que su cuerpo absorbiera lo que él le había dado, cada vez se sentiría más y más fuerte.

– Te amo, - le dijo.

Después de eso, lo levantó de las almohadas por lo que ella estaba sentada en su regazo, su excitación empujando aún más profundamente dentro de su núcleo. Agarró su nuca con su mano libre, acercándolo a su vena y manteniéndolo allí.

Él no necesitó que le insistiera más en eso – y el dolor que vino con su ataque fue una dulce sensación de escozor que la devolvió justo al borde de la liberación, su sexo lo ordeñó con otro orgasmo, moviéndose en contra de su eje, exprimiéndolo, tirando de él.

Los brazos de John se cerraron a su alrededor, y la vista de ellos por el rabillo del ojo le hizo fruncir el ceño. Eran miembros enormes y musculados que, además eran fuertes, podían levantar mucho peso y pegar más rápido y más fuerte. Eran más grandes que sus muslos y más gruesos que su cintura.

Sus cuerpos no estaban, de hecho, creados iguales. Él siempre iba a ser más poderoso que ella.

Esa era la verdad, por supuesto. Pero que alguien pudiera levantar más o menos peso no era el factor determinante a la hora de ser competente en el campo de batalla; ni tampoco era la única manera de juzgar a un luchador. Ella tenía muy buena puntería a la hora de disparar, era muy buena con una daga, y de la misma manera era violenta y tenaz cuando se enfrentaba a sus presas.

Simplemente tenía que demostrárselo.

La biología era un factor a tener en cuenta. Pero incluso los machos tenían un cerebro.


***

Cuando se acabó el sexo, John se colocó al lado de su hembra, completamente saciado y soñoliento. Probablemente sería una buena idea buscar un poco de comida, pero no tenía la energía ni las ganas.

No quería separarse de ella. En este momento. Diez minutos más. Mañana, la semana que viene, el mes que viene…

Cuando se acurrucó contra él, cogió una manta de la mesita y la colocó sobre ambos, a pesar de que la combinación de sus apasionados cuerpos los mantenía bastante malditamente calientes.

Fue muy consciente de cuando se quedó dormida – su respiración cambió y su pierna se movía de vez en cuando.

Se preguntaba si ella estaría pateándole el culo en sus sueños. Mierda, tenía que persuadirla; eso era seguro.

Y no tenía a nadie con quien hablar de ello – no era como si pudiera pedirle a Tohr ningún consejo más del que él le había dado esta noche sobre la marcha. Y las relaciones de los demás eran perfectas. Todo lo que había visto en la mesa del comedor eran parejas felices y sonrientes – no el tipo de sabios consejos que estaba buscando.

Sólo podía imaginarse la respuesta: ¿Estas teniendo problemas? ¿En serio? Huh, eso es raro… ¿quizás podrías llamar a la radio o alguna mierda parecida?

La única cosa que cambiaría sería si fuera dicho por alguien con una barba de chivo, un par de cigarros liados a mano, una visión velada, un Tootsie Roll en el culo…

Aunque, tenía este momento de paz. Y él y Xhex podrían conseguirlo.

Iban a tener que hacerlo.

“Estabas de acuerdo con que luchara. Justo antes de que nos apareáramos, dijiste que te parecía genial”.

Y realmente lo estaba. Pero eso fue antes de que hubiera visto como la herían justo delante de él.

La cuestión era… y por mucho que le doliera admitirlo… que lo último que quería era parecerse al Hermano que más admiraba. Ahora que por fin tenía a Xhex, la idea de perderla y meterse en las botas de Tohr era la cosa más aterradora que jamás había imaginado.

No tenía ni idea de cómo el Hermano era capaz de levantarse de la cama todas las noches. Y francamente, si no hubiera perdonado ya al tío por haberse largado y desaparecido justo después de lo que pasó, lo haría ahora.

Recordó ese momento, cuando Wrath y la Hermandad había aparecido en grupo. Tohr y él habían estado en la oficina del centro de formación, mientras el Hermano llamaba a casa una y otra vez, esperando, rezando por oír algo que no fuera el contestador…

En el pasillo de fuera de la oficina, había unas grietas en los macizos muros de hormigón – a pesar de que las malditas cosas tenían unos cuarenta y seis centímetros de espesor exactamente: la liberación de energía de la ira y el dolor de Tohr fue tan grande que literalmente explotó hasta Dios sabía dónde, sacudiendo los cimientos subterráneos hasta resquebrajarlos.

John todavía no sabía dónde se fue. Sin embargo, Lassiter lo había hecho volver pese a su mal estado.

Y continuaba en mal estado.

Por muy egoísta que pareciera, John no quería que eso le pasara a él. Tohr era la mitad del hombre que fue en el pasado – y no sólo porque hubiera perdido peso – y aunque nadie le mostraría compasión en su cara, todos y cada uno de los luchadores la sentían de puertas hacia dentro.

Era difícil saber cuánto tiempo más duraría el Hermano luchando contra el enemigo. Se negaba a alimentarse, por lo que estaba más débil, sin embargo, todas las noches salía al campo de batalla, su necesidad de venganza cada vez más agudizada y absorbente.

Iba a conseguir que lo mataran. Fin de la historia.

Era como triangular el choque de un coche contra un roble: una simple cuestión de geometría. Sólo tenías que dibujar los ángulos y las trayectorias y ¡bum! Allí estaba Tohr, muerto en la acera.

Aunque, mierda, probablemente exhalaría su último aliento con una sonrisa, sabiendo que por fin se encontraría con su shellan.

Tal vez esa era la razón de que John estuviera tan estresado con el asunto de Xhex como lo estaba. Era cercano a otras personas en la casa, a su medio-hermana, Beth, a Qhuinn y Blay, a los otros Hermanos. Pero Tohr y Xhex eran su gente… ¿y la idea de perderlos a ambos?

Joooooder.

Mientras pensaba en Xhex en el campo de batalla, sabía que si ella continuaba saliendo a esos callejones, luchando contra el enemigo, volvería a hacerse daño. Todos se lo hacían de vez en cuando. De la mayoría de las lesiones se salvaban por un pelo, pero nunca sabías cuando se cruzaría esa línea, cuando un simple mano a mano lo obligaría a alejarse y se encontraría rodeada.

No era que dudara de sus capacidades – a pesar de las indirectas que había soltado esta noche. Eran las probabilidades lo que no le gustaba. Muy pronto, si no paras de lanzar los dados una y otra vez, te saldrán los ojos de serpiente. Y en el esquema de las cosas, su vida era mucho más importante que tener un luchador más en el campo de batalla.

Tendría que haber pensado en todo esto un poco más antes de soltar todo lo de, Si, seguro, estoy de acuerdo con que luches…

– ¿En qué piensas? – Le preguntó ella en la oscuridad.

Como si lo que estaba golpeándole el cerebro la hubiera despertado.

Cambiando de posición, puso la cabeza junto a la suya y la sacudió varias veces. Pero estaba mintiendo. Y seguramente ella lo sabía

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...